Parte I
Orígenes
Aunque muchos historiadores remontan comúnmente el inicio de la guerra a 1862, algunas raíces de este conflicto estaban presentes desde el período colonial. Portugal y España habían disputado la región del Plata (Uruguay, noreste de la Argentina actual y sur del Brasil) dado que la animosidad de las dos metrópolis emergió en Europa en el siglo XVII. Cuando los países coloniales conquistaron su independencia en el principio del siglo XIX, heredaron los conflictos del límite de esas dos naciones.
La lucha para la hegemonía implicó primero a gobierno de Buenos Aires (capital de Argentina) y del imperio brasileño. Después de muchas escaramuzas de límite, ambos fueron a la guerra sobre el disputado Uruguay. En 1827, una fuerza combinada de Argentina-Uruguay derrotó al ejército imperial en la batalla de Passo do Rosário o como la llaman en Argentina, Ituzaingó. Sin embargo, en el mar la armada imperial impuso su predominio sobre los enemigos. Gracias a este dilema, y a la falta de recursos de los territorios del Plata para seguir la guerra, Uruguay obtuvo la independencia en 1828.
Tropas brasileñas en su camino a Uruguay a principios del siglo XIX. Retrato de Jean Baptiste Debret
Buenos Aires también tenía sus propios problemas con las provincias argentinas del interior. De hecho, nunca habían aceptado la hegemonía de Buenos Aires en la confederación. Emprendieron la guerra varias veces. La única cosa que podría mantenerlos juntos era su odio común hacia el imperio brasileño.
Amenazado por las pretensiones de Buenos Aires de incorporarla a la Argentina, Paraguay conquistó su independencia después de la batalla de Tacuarí en 1811. Sin embargo, Paraguay no estaría libre de las amenazas encubiertas por casi cincuenta años. El imperio brasileño también tenía contenciones contra Paraguay sobre la región del río de Apa.
En tal enjambre de intereses contradictorios, la cautela debe ser una virtud, principalmente por los dos países más pequeños de la región. Carlos Antonio López, padre de Solano López, era consciente de ella. Había decidido un plan de acción no-intervencionista, incluso cuando el Brasil pidió su ayuda para retroceder una alianza contra el dictador argentino Juan Manuel Rosas en 1852.
Cuando Solano López asumió el poder después de la muerte de su padre en 1862, se acercó lo más cerca posible de la facción del partido Blanco de Uruguay. Cuando Brasil intervino en la distensión habitual entre las alas de Blanco y de Colorado en beneficio del último en agosto de 1864, López lo asumió como amenaza a los intereses de Paraguay. Envió un consejo al gobierno de Rio de Janeiro para no romper el tenue equilibrio del plan de la política interna de Uruguay.
El 16 de octubre de 1864 la flota imperial bloqueó Montevideo (capital de Uruguay) y cruzó el límite de Brasil y Uruguay con 4.000 tropas. Esto representó un casus belli para Solano López.
Historiografía
Uno de los aspectos más polémicos de la Guerra de la Triple Alianza es la identificación de sus causas, existiendo relevantes diferencias de interpretación. Algunos historiadores (el caso del británico Pelham Box, la corriente liberal argentina o el paraguayo Cecilio Báez) centran su análisis causal en la conducta del régimen de Francisco Solano López, presentándolo como un gobierno poco prudente respecto de su política en el Río de la Plata. De este modo, López sería el responsable del estallido de la Guerra de la Triple Alianza. Otros, en cambio, (el revisionismo argentino con José María Rosa y Miguel Angel Scenna) responsabilizan de la guerra al Imperio del Brasil -y particularmente a los intereses ganaderos de Río Grande- por su política intervencionista en el Uruguay, causa eficiente del conflicto con Paraguay pues el intervencionismo brasileño en Uruguay, respaldado por la Argentina, afectaba el equilibrio del área rioplatense que el régimen de Solano López estaba dispuesto a defender. La línea de este razonamiento implica que López decidió intervenir en la crisis oriental temiendo una futura intervención conjunta argentino-brasileña en territorio paraguayo. Otra causa alegada por el revisionismo es la existencia de problemas limítrofes pendientes de Paraguay con la Argentina y Brasil, disputas territoriales no solucionadas y que tenían clave económica (el reclamo argentino en Misiones y el Chaco Central, el del Imperio en el norte y noreste de Paraguay, áreas ricas en yerbales)- agravadas por el problema de la fortaleza de Humaitá para la libre navegación del río Paraná. También figura en el enfoque revisionista como factor causal de la guerra la presión de la diplomacia británica para que López abriera su economía, que llevó al ministro británico en Buenos Aires y Asunción, Edward Thornton, a dar luz verde a la política mitrista contra López y los blancos uruguayos. Otro factor que aparece en los revisionistas argentinos y en historiadores como el oriental Luis Alberto de Herrera o el paraguayo Cecilio Báez como un detonante de la Guerra de la Triple Alianza es la crisis oriental, y, en el caso específico de Báez, el poder de sugestión de la diplomacia oriental sobre Solano López para que éste adoptase una actitud intervencionista en la crisis entre blancos y colorados, respaldando a los primeros en nombre de la defensa del equilibrio en el Río de la Plata. De acuerdo con esta línea argumental que centra su causalidad en la crisis uruguaya, ante la intervención argentino-brasileña a favor de los colorados, los blancos que estaban en el gobierno uruguayo decidieron ir en busca de López, quien intervino como garante del equilibrio amenazado en el área rioplatense. (1) Finalmente, Halperín Donghi y McLynn desechan las argumentaciones anteriores como causas directas de la Guerra de la Triple Alianza. Para ellos, el expansionismo brasileño, los recelos del régimen paraguayo de Francisco Solano López, la crisis interna oriental expresada en la lucha entre blancos y colorados, los intereses económicos de Río Grande, serían más bien factores estructurales que operaban en el panorama rioplatense. Pero el gatillo que hizo estallar el conflicto fue para ambos autores la actitud de la diplomacia mitrista respecto de Paraguay, vinculando la Guerra de la Triple Alianza con el proceso de formación y consolidación del Estado nacional argentino, objetivo éste al que Mitre apuntó. (2)
Las primeras etapas
El 12 de noviembre de 1864, Solano López evaluó a esa intervención brasileña en Uruguay como desdén hacia su país. Él también estuvo inclinado en creer que ni Brasil ni Argentina tomaban en cuenta los intereses de Paraguay. Consecuentemente, concluyó que para desempeñar un papel más importante en la región, Paraguay tendría que incurrir en en una política exterior ofensiva. Tal objetivo lo determinó a apoyar al gobierno Blanco comandado por Anatasio Aguirre.
El 12 de diciembre, declaró guerra contra el Brasil y el 16, puso en marcha rápidamente un ataque invadiendo la provincia de Mato Grosso al oeste del Brasil. El éxito de esta operación llevó Solano López a concluir que sus fuerzas eran superiores a las tropas del enemigo. Prestó pequeña atención al hecho de que enviaron las tropas paraguayas a una provincia mal defendida, lejos del suelo uruguayo y sin la importancia estratégica para operaciones futuras de la guerra.
Antes de fin de año López decidió golpear a la fuerza principal del Brasil en la provincia meridional de Rio Grande do Sul, aislando a las fuerzas del imperio en Uruguay de su base en el Brasil. Recolectó a algunas de las mejores tropas de Paraguay bajo el mando del coronel Antonio de La Cruz Estigarribia para cruzar la provincia de Argentina de Corrientes y atacar las posiciones brasileñas. El 18 de marzo de 1865 creyendo que la Argentina seguiría siendo por lo menos neutral, puesto que muchas provincias de Argentina estaban contra una alianza con el Brasil, el ejército paraguayo acometió contra la ciudad de Corrientes previendo que los hombres fuertes locales se le unirían. En lugar de ello, la acción fijó el escenario para que en mayo de 1865 se firmara por Argentina, Brasil, y Uruguay el Tratado de la Triple Alianza.
Bajo el tratado, estas naciones hicieron voto a destruir al gobierno de Solano López.
Vapor "25 de Mayo". Dibujo de Murature
Vapor "Gualeguay". Dibujo anónimo.
Lo que sigue es parte de las memorias del Capitán de Fragata Constantino, publicadas en folleto en 1906, ya que el autor dispuso que si las creían de alguna importancia las publicasen después de su muerte. Falleció el 22 de Agosto de 1905. El 1ro de Abril salimos de Buenos Aires, a bordo del vapor nacional “25 de Mayo” con destino a Corrientes. Llegamos a ese puerto el día 11 donde se encontraba también el vapor “Gualeguay”. El día 13 del mismo mes (Jueves Santo) a las 6 de la mañana encontrándome sobre cubierta pues estaba de guardia, avisté cinco vapores que venían en dirección a nosotros. Tomé el anteojo para ver mejor y por este medio dime cuenta de que eran vapores paraguayos armados a guerra y tripulados por 3000 hombres más o menos, vestidos de colorado y bien armados. Se dirigían al puerto de Corrientes. Al llegar frente al vapor “25 de Mayo”, el jefe de la escuadra paraguaya hizo señal de cambiar la línea y prepararse a combate. Esto lo comprendí porque el libro de señales de ellos era igual que el nuestro. Al ver esta evolución avisé inmediatamente al 2do Comandante, capitán Domingo Olivieri, que me ordenó hiciera cargar la batería a bala y metralla y tuviera la infantería lista, preparando también una mecha en la Santa-Bárbara por si el enemigo venía al abordaje y no nos diera tiempo a defendernos. Sin embargo, a pesar de la maniobra que habíamos visto, saludamos con la bandera al enemigo, pero éste no contestó a nuestro saludo, lo que nos convenció de las intenciones hostiles con que se presentaba, y de la verdad de los díceres que corrían, de que así iba a suceder. Sin esperar más, mandamos enseguida a llamar al comandante de nuestro buque, D. Carlos Mazzin, que se hallaba en tierra, viniendo éste inmediatamente a bordo, pues casualmente venía cuando le avisaron. Una vez a bordo, nos ordenó que nos desarmáramos pues el no tenía ninguna instrucción respecto a este incidente, y nos dijo también que el señor Gobernador Lagraña le había manifestado que no tuviese cuidado con la escuadra paraguaya, puesto que ésta no tenía nada que ver con nosotros. Pero cuando se le dio cuenta de las maniobras que habíamos visto hacer comprendió que habíamos sido traicionados y que nosotros seríamos la carnada, y así sucedió!. Para cualquier maniobra de nuestra parte, era ya tarde; puesto que acto contínuo cargaron sobre nosotros dos vapores paraguayos, el Legoré y otro cuyo nombre he olvidado, uno a babor y otro a estribor. Los demás hicieron fuego a tierra y al vapor argentino “Gualeguay” que estaba atracado a la costa con planchada a tierra, por lo que pudieron salvarse los oficiales y tripulantes de este buque, abandonándolo por completo. La autoridad Provincial también abandonó la ciudad quedando por consiguiente sólo nosotros en poder de la escuadra pirata. Como dije antes, vinieron al abordaje de nuestro buque, vapor “25 de Mayo”, dos vapores paraguayos, el Legoré con 300 hombres y el otro con 200, y sin darnos tiempo a nada, que aunque lo hubiéramos tenido nada hubiéramos podido hacer, pues sólo éramos 80 hombres desarmados. Subieron a bordo y lo primero que hicieron fue ultrajar el pabellón argentino, lo arriaron y pisotearon, gritando viva López “mueran los porteños” y así tomaron posesión del vapor, matando a todos los que se encontraban por delante o que quisieran hacer resistencia. Enseguida bajaron a la cámara y sacaron de allí a palos a los tenientes Calvo y Leitón y los subieron sobre cubierta. Al ver esto nuestra tripulación, una parte de ella y tres oficiales se tiraron al agua y allí perecieron todos, los unos ahogados y los otros fusilados en el agua misma. En vista de este triste espectáculo, en que se mataban a hombres indefensos, pedí al comandante del Legoré, Avelino Cabral, que contuviera a su gente e hiciera respetar la vida de los pocos que aún quedábamos, contestándome que no podía contenerlos. Lo único que hizo, que tal vez haya sido mucho en esos momentos, fue agarrarnos entre él y sus oficiales y echarnos al vapor Legoré, salvando de este modo nuestras vidas del furor de esos salvajes o fieras sedientas de sangre. Allí nos pusieron incomunicados, siguiendo viaje la escuadra enemiga a Itapirú, llevando la presa humana como también los dos vapores argentinos, el nuestro y el Gualeguay, éste sin gente.El Capitán Constantino permaneció prisionero de las fuerzas paraguayas durante 4 años, 4 meses y cinco días.
TRATADO DE LA TRIPLE ALIANZA CONTRA PARAGUAY
(1° de mayo de 1865)
- Art. 1. La República Oriental del Uruguay, Su Majestad el Emperador del Brasil, y la República Argentina contraen alianza ofensiva y defensiva en la guerra provocada por el gobierno del Paraguay.
- Art. 2. Los aliados concurrirán con todos los medios de que puedan disponer, por tierra o por los ríos, según fuese necesario.
- Art. 3. Debiendo las hostilidades comenzar en el territorio de la República Argentina o en la parte colindante del territorio paraguayo, el mando en jefe y la dirección de los ejércitos aliados quedan a cargo del presidente de la República Argentina y general en jefe de su ejército, brigadier don Bartolomé Mitre. Las fuerzas navales de los aliados estarán a las inmediatas órdenes del Vice Almirante Visconde de Tamandaré, comandante en jefe de la escuadra de S.M. el Emperador del Brasil. Las fuerzas terrestres de S.M. el Emperador del Brasil formarán un ejército a las órdenes de su general en jefe, el brigadier don Manuel Luis Osorio. A pesar de que las altas partes contratantes están conformes en no cambiar el teatro de las operaciones de guerra, con todo, a fin de conservar los derechos soberanos de las tres naciones, ellas convienen desde ahora en observar el principio de la reciprocidad respecto al mando en jefe, para el caso de que esas operaciones tuviesen que pasar al territorio oriental o brasileño.
- Art. 4. El orden interior y la economía de las tropas quedan a cargo exclusivamente de sus jefes respectivos. El sueldo, provisiones, municiones de guerra, armas, vestuarios, equipo y medios de transporte de las tropas aliadas serán por cuenta de los respectivos Estados.
- Art. 5. Las altas partes contratantes se facilitarán mutuamente los auxilios que tengan y los que necesiten, en la forma que se acuerde.
- Art. 6. Los aliados se obligan solemnemente a no deponer las armas sino de común acuerdo, y mientras no hayan derrocado al actual gobierno del Paraguay, así como a no tratar separadamente, ni firmar ningún tratado de paz, tregua, armisticio, cualquiera que ponga fin o suspenda la guerra, sino por perfecta conformidad de todos.
- Art. 7. No siendo la guerra contra el pueblo paraguayo sino contra su gobierno, los aliados podrán admitir en una legión paraguaya a todos los ciudadanos de esa nación que quisieran concurrir al derrocamiento de dicho gobierno, y les proporcionarán los elementos que necesiten, en la forma y condiciones que se convenga.
- Art. 8. Los Aliados se obligan a respetar la independencia, soberanía e integridad territorial de la República del Paraguay. En consecuencia el pueblo paraguayo podrá elegir el gobierno y las instituciones que le convengan, no incorporándose ni pidiendo el protectorado de ninguno de los aliados, como resultado de la guerra.
- Art. 9. La independencia, soberanía e integridad territorial de la República , serán garantizadas colectivamente, de conformidad con el artículo precedente, por las altas partes contratantes, por el término de cinco años.
- Art. 10. Queda convenido entre las altas partes contratantes que las exenciones, privilegios o concesiones que obtengan del gobierno del Paraguay serán comunes a todas ellas, gratuitamente si fuesen gratuitas, y con la misma compensación si fuesen condicionales.
- Art. 11. Derrocado que sea el gobierno del Paraguay, los aliados procederán a hacer los arreglos necesarios con las autoridades constituidas, para asegurar la libre navegación de los ríos Paraná y Paraguay, de manera que los reglamentos o leyes de aquella República no obsten, impidan o graven el tránsito y navegación directa de los buques mercantes o de guerra de los Estados Aliados, que se dirijan a sus respectivos territorios o dominios que no pertenezcan al Paraguay, y tomarán las garantías convenientes para la efectividad de dichos arreglos, bajo la base de que esos reglamentos de política fluvial, bien sean para los dichos dos ríos o también para el Uruguay, se dictarán de común acuerdo entre los aliados y cualesquiera otros estados ribereños que, dentro del término que se convenga por los aliados, acepten la invitación que se les haga.
- Art. 12. Los aliados se reservan concertar las medidas más convenientes a fin de garantizar la paz con la República del Paraguay después del derrocamiento del actual gobierno.
- Art. 13. Los aliados nombrarán oportunamente los plenipotenciarios que han de celebrar los arreglos, convenciones o tratados a que hubiese lugar, con el gobierno que se establezca en el Paraguay.
- Art. 14. Los aliados exigirán de aquel gobierno el pago de los gastos de la guerra que se han visto obligados a aceptar, así como la reparación e indemnización de los daños y perjuicios causados a sus propiedades públicas y particulares y a las personas de sus ciudadanos, sin expresa declaración de guerra, y por los daños y perjuicios causados subsiguientemente en violación de los principios que gobiernan las leyes de la guerra. La República Oriental del Uruguay exigirá también una indemnización proporcionada a los daños y perjuicios que le ha causado el gobierno del Paraguay por la guerra a que la ha forzado a entrar, en defensa de su seguridad amenazada por aquel gobierno.
- Art. 15. En una convención especial se determinará el modo y forma para la liquidación y pago de la deuda procedente de las causas antedichas.
- Art. l6. A fin de evitar discusiones y guerras que las cuestiones de límites envuelven, queda establecido que los aliados exigirán del gobierno del Paraguay que celebre tratados definitivos de límites con los respectivos gobiernos bajo las siguientes bases: La República Argentina quedará dividida de la República del Paraguay, por los ríos Paraná y Paraguay, hasta encontrar los límites del Imperio del Brasil, siendo éstos, en la ribera derecha del Río Paraguay, la Bahía Negra. El Imperio del Brasil quedará dividido de la República del Paraguay, en la parte del Paraná, por el primer río después del Salto de las Siete Caídas que, según el reciente mapa de Mouchez, es el Igurey, y desde la boca del Igurey y su curso superior hasta llegar a su nacimiento. En la parte de la ribera izquierda del Paraguay, por el Río Apa, desde su embocadura hasta su nacimiento. En el interior, desde la cumbre de la sierra de Mbaracayú, las vertientes del Este perteneciendo al Brasil y las del Oeste al Paraguay, y tirando líneas, tan rectas como se pueda, de dicha sierra al nacimiento del Apa y del Igurey.
- Art. 17. Los aliados se garanten recíprocamente el fiel cumplimiento de los acuerdos, arreglos y tratados que hayan de celebrarse con el gobierno que se establecerá en el Paraguay, en virtud de lo convenido en este tratado de alianza, el que permanecerá siempre en plena fuerza y vigor, al efecto de que estas estipulaciones serán respetadas por la República del Paraguay. A fin de obtener este resultado, ellas convienen en que, en caso de que una de las altas partes contratantes no pudiese obtener del gobierno del Paraguay el cumplimiento de lo acordado, o de que este gobierno intentase anular las estipulaciones ajustadas con los aliados, las otras emplearán activamente sus esfuerzos para que sean respetadas. Si esos esfuerzos fuesen inútiles, los aliados concurrirán con todos sus medios, a fin de hacer efectiva la ejecución de lo estipulado.
- Art. 18. Este tratado quedará secreto hasta que el objeto principal de la alianza se haya obtenido.
- Art. 19. Las estipulaciones de este tratado que no requieran autorización legislativa para su ratificación, empezarán a tener efecto tan pronto como sean aprobadas por los gobiernos respectivos, y las otras desde el cambio de las ratificaciones, que tendrá lugar dentro del término de cuarenta días desde la fecha de dicho tratado, o antes si fuese posible. En testimonio de lo cual los abajo firmados, plenipotenciarios de S.E. el Presidente de la República Argentina , de S.M. el Emperador del Brasil y de S.E. el Gobernador Provisorio de la República Oriental , en virtud de nuestros plenos poderes, firmamos este tratado y le hacemos poner nuestros sellos en la Ciudad de Buenos Aires, el 1º de Mayo del año de Nuestro Señor de 1865.
Carlos de Castro – F. Octaviano de Almeida Rosa – Rufino de Elizalde.
Por último mayo y junio principios de 1865, el ejército de Estigarribia capturó algunas aldeas y pequeñas ciudades en Rio Grande. São Borja, una ciudad de una cierta importancia, cayó a sus tropas con poco combate. Parecía que el plan de López sería alcanzado con éxito otra vez. Sin embargo, las cosas habían cambiado desde la decisión de López de invadir Rio Grande. El 22 de febrero, la capital de Montevideo, Uruguay, cayó bajo las fuerzas combinadas del ejército brasileño y del partido Colorado bajo el mando del General Venancio Flores. Este hecho solamente debe ser bastante para demostrar la carencia de previsión del plan de López. EL Supremo, sin embargo, prosiguió con sus objetivos. Él no se daría por vencido.
El 11 de junio, la marina de guerra brasileña tuvo éxito en vencer a las naves paraguayas en la batalla de Riachuelo en el río de Paraná. Estigarribia ahora estaba atrapado entre las tropas brasileñas colocadas en Rio Grande y el Paraná. Un repliegue hubiese sido recomendable. No obstante, los paraguayos no retrocedieron. En lugar de ello, avanzaron y capturaron Uruguaiana el 5 de agosto. Para hacer las cosas peor, el 17 de agosto, a la segunda columna del ejército paraguayo bajo el mando del Mayor Pedro Duarte (una fuerza de 2.700 hombres) era derrotada en la batalla de Yatay en Corrientes. La vanguardia de los aliados fue ordenada por presidente Venancio Flores (4.500 argentinos; 2.440 uruguayos y 1.450 brasileños). Mientras que la mayor parte de los hombres de Duarte escapó al Paraguay cruzando el río, muchos fueron capturados. Los aliados tuvieron 83 muertos y 257 heridos. Para mediados de septiembre, cuando casi lo cercaron y los abastecimientos disminuían rápidamente, Estigarribia se rindió a los aliados. Una fuerza militar fuerte 5.200 (construida de paraguayos, de Blancos y de algunas tropas de Corrientes) dejó de existir. Dom Pedro II, el emperador mismo, atendió a la rendición de los paraguayos. Las mejores tropas de López se rindieron por casi nada. De este punto la guerra se convirtió en una lucha desesperada para la supervivencia de Paraguay. No estaban preparados los aliados, a pesar de ello, para cruzar el río Paraná al suelo paraguayo inmediatamente. Tardó meses antes de que intentaran irrumpir en Paraguay desde Corrientes. El grave problema era el terreno alrededor de Corrientes y de Paso de La Patria (en el lado paraguayo del río de Paraná). Estaba inundado. Además, la marina de guerra brasileña, aunque era poderosa, no era conveniente para apoyar un desembarque en las aguas del Paraná. Los buques fueron proyectados para operaciones de mar; su navegación no estaba libre de problemas en las aguas del Paraná. Había otro problema. Antes de que los aliados pusieran de pie en la fortaleza de Itapirú, una posición de la artillería de la plaza fuerte, situada en un punto estratégico del banco de río en el lado paraguayo. Tuvo que ser tomado para asegurar un cruce seguro. Mientras que diversas escaramuzas entre el ejército paraguayo y de la Triple de Alianza ocurrieron en Corrientes y el área próxima, entre septiembre de 1865 y marzo de 1866, los comandantes aliados bajo el mando del general Bartolomé Mitre, presidente de Argentina, evaluaban esos problemas y preparaban un plan de emprender guerra en suelo de Paraguay. Solamente en marzo de 1866, después de meses de reuniones y de formulaciones de planes, decidieron enviar a las tropas a desembarcar al norte de Itapirú para tomarlo de la parte posterior.
Mientras tanto las naves dispararían sobre las posiciones paraguayas. Después de que hubiera sido tomada, más tropas cruzarían el río. Una flota grande fue recolectada en aguas del Paraná próximas a Corrientes. Consistió en una diversidad de las naves, cuatro de las cuales eran encorazados. El 16 de abril de 1866 general Manuel Luís Osório caminó en Passo de La Pátria con 15.000 hombres. Marchó inmediatamente hacia Itapirú. Sus tropas encontraron una cierta oposición de paraguayos, pero era débil a lo sumo. Mientras tanto, Itapirú estaba bajo fuego de la flota aliada. Los paraguayos se las arreglaron para atacar las naves usando todo que tenían a su disposición (barcos, buques de vapor capturados). Aprovechando de la maniobra limitada de los buques aliados, infligieron un cierto daño a las naves y bajas a los aliados; pero no podrían vencer la superioridad de los aliados en equipo y números y pronto se replegaron. A lo largo del río los aliados tuvieron como objetivo algunas posiciones estratégicas que les permitirían enviar el fuego en Itapirú. Uno de estos puntos era un pequeño banco apenas en el medio del cruce y casi delante de los cañones paraguayos. El destacamento del teniente coronel Antonio Cabrita del ejército imperial dirigió para desembarcar en el banco. Tan pronto como alcanzó el lugar, él y sus hombres se encontraron bajo fuego de las posiciones paraguayas. También tuvieron que soportar asaltos del enemigo que intentaba expelerlos de allí. Después de un combate feroz y largo, y gracias a las naves que vinieron en su socorro, hombres de Cabrita tomaron la posición.
Ambos lados experimentaron grandes bajas.
Solamente en el combate por el banco los aliados sufrieron 57 muertos, 102 heridos y 3 perdidos. Los paraguayos, según una fuente brasileña, tuvieron 600 bajas. El 18 de abril, el ejército de Mitre de 60.000 hombres desembarcó en Paraguay. Saldrían el suelo paraguayo de solamente una década después. El Itapirú fue abandonado el día siguiente por las fuerzas paraguayas.
NOTAS
- Ver Luis Alberto de Herrera, La diplomacia oriental en el Paraguay, Montevideo, Barreiro y Ramos, 1908, y Cecilio Báez, Resumen de la historia del Paraguay desde la época de la conquista hasta el año 1880, Asunción, H. Kraus, 1910. Un resumen de estas causas puede apreciarse también en el trabajo de Harris Gaylord Warren, Paraguay and the Triple Alliance. The Postwar Decade, 1869-1878, Institute of Latin American Studies, The University of Texas and Austin, University of Texas Press, 1978, p. 8.
- T. Halperín Donghi, op. cit.; F.J. McLynn, "The Causes of the War of Triple Alliance: An Interpretation", Inter-American Economic Affairs, Vol. 33, Nº 2, Autumn 1979.
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