El fusil Baker convirtió a los soldados en letales tiradores a larga distancia
Paul Richard Huard | War is BoringTodo empezó con este fusil del siglo XIX
El fusil Baker convirtió a los soldados en letales tiradores a larga distancia
Un gélido día de enero de 1809, Thomas Plunkett ─ fusilero del 95º Regimiento de Fusiles británico [95th Rifles] ─ se encontraba fuera de la ciudad española de Cacabelos tumbado en el suelo con la espalda sobre la nieve.
Cualquiera diría que no era lugar para un irlandés, pero esto sucedió en los últimos días de la Batalla de Cacabelos durante la Campaña Peninsular de las Guerras Napoleónicas. Plunkett sabía exactamente lo que hacía.
El Général de Brigade francés Auguste-Marie-François Colbert hacía todo lo posible para liderar a la caballería francesa en un ataque por la retaguardia que pudiera poner a sus pies al ejército británico.
Plunkett quería matar a Colbert, pero Colbert se encontraba a más de 550 metros de distancia.
Tumbado en el suelo, Plunkett metió el pie por dentro de la correa de su fusil Baker calibre .705 para estabilizar el arma, se colocó la culata del fusil en el hombro y apuntó valiéndose únicamente de sus habilidades y los elementos de puntería ─ nada más que alza y punto de mira ─.
Plunkett presionó el disparador y poco después el general se desplomó ya muerto. Acto seguido Plunkett realizó otro disparo con el que logró abatir a otro oficial francés que acudió en ayuda de Colbert.
Fue un momento decisivo para el fusil. Durante casi 200 años los soldados de prácticamente todos los ejércitos del mundo occidental han llevado algún tipo de fusil como su arma principal.
El fusil Baker marcó el camino, aunque no era el primer arma de fuego de ánima rayada que se ponía en manos de un soldado de infantería ─ los alemanes y los estadounidenses ya utilizaron fusiles con una letal eficacia durante el siglo XVIII ─.
Pero durante dos siglos antes, los nada precisos y rápidos de recargar mosquetes de ánima lisa habían dominado los campos de batalla europeos. Ahora los británicos, dueños y señores de la Primera Revolución Industrial, contaban con un arma que podía matar al enemigo desde cientos de metros de distancia y fabricarse en masa.
El siglo XIX se convirtió en el siglo de la guerra estratégica en la que combatían fusileros que adoptaron la táctica de “fuego y maniobra”.
Cuando se entró en este nuevo campo de batalla, cualquier soldado de a pie que fuera sorprendido en campo abierto no sólo era visible para el enemigo… sino que estaba muerto.
Disparar proyectiles sólidos contra seres humanos desde tubos metálicos utilizando pólvora como propelente no era nada nuevo. Los chinos ya tenían cañones a finales de los años 1200, y los ingleses desplegaron artillería en una forma primitiva en 1346 en la crucial Batalla de Crécy.
Los «handgonnes» [especie de cañón de mano] de ánima lisa hicieron su aparición en Europa durante la segunda mitad del siglo XIV ─ eso cuando no le explotaban en las manos a sus usuarios ─. Y, por supuesto, los «mosquetes» existieron durante siglos.
Pero un fusil es un arma especial. De hecho, hubo una época en la que era un arma solo para fuerzas de élite. Lo que convierte a un arma de fuego en un fusil son las acanaladuras ─ que reciben el nombre de «estrías» ─ realizadas en el interior del cañón del arma para hacer que la bala gire sobre sí misma. Ese giro hace que la balística del arma sea mucho más predecible, y por lo tanto más precisa.
Fusil Baker datado después de 1806. Foto del Pitt Rivers Museum
El mejor arma de avancarga de chispa de ánima lisa de las Guerras Napoleónicas fue el mosquete «Brown Bess» calibre .705, que se recargaba y se disparaba rápido. Un buen soldado podía recargar y realizar tres disparos por minuto con un Brown Bess.
Pero el Brown Bess sólo era eficaz hasta poco más de 60 metros de distancia. A esa distancia incluso un disparo bien apuntado se iba un metro por fuera del blanco. No era de extrañar que las tácticas de la infantería de la época se basaran en que los soldados de infantería dispararan por filas para conseguir una gran potencia de fuego.
Esto se debía a que la bola ─ bala ─ del mosquete tenía bastante holgura dentro del cañón del arma ─ cuando se disparaba el arma la bola salía sencillamente dando bandazos contra las paredes del cañón e incluso iba haciendo espirales mientras volaba hacia el blanco─.
Pero incluso los primeros fusiles fueron letalmente precisos porque el giro de la bala hacía que ésta describiera una trayectoria plana y previsible. En otras palabras, se podía apuntar con un fusil y tener una razonable posibilidad de impactar sobre el blanco.
En los años 1700, un fusil de los llamados Jäger ─ armas de caza que los alemanes modificaron ─ en manos de un buen tirador podía darle con seguridad a un blanco a cientos de metros de distancia.
No obstante, este arma de avancarga era difícil de recargar. Los residuos de la pólvora negra y el propio estriado ralentizaban el proceso.
Entonces llegó la Revolución Americana, en la que los británicos aprendieron una dura lección respecto a las consecuencias de un fusil en manos de un buen tirador.
En 1777 en la Batalla de Saratoga, Timothy Murphy fue uno de los 500 expertos fusileros que acompañaron al General Daniel Morgan para hacer frente al General británico John «Gentleman Johnny» Burgoyne y su ejército invasor.
Murphy se subió a un árbol con su fusil Kentucky y apuntó al General de Brigada Simon Fraser, que estaba ocupado agrupando a las tropas británicas para intentar hacer que las fuerzas regulares estadounidenses retrocedieran. Murphy le disparó a pesar de que Fraser se encontraba a más de 300 metros de distancia.
Llamémosle el primer sniper estadounidense. El disparo de Murphy alcanzó a Fraser ─ y el general falleció al día siguiente ─. Los británicos desmoralizados se retiraron y los estadounidenses se alzaron con una victoria de la que se habló en todo el mundo, la cual convenció a los franceses de que valía la pena apoyar la causa de la independencia con dinero, aprovisionamientos y soldados.
En 1798, la Junta de Artillería [Board of Ordnance] del Ejército Británico inició la búsqueda de un fusil a toda prueba por un precio razonable que pusiera esa clase de precisión al alcance de la mano de un reducido número de selectos fusileros.
Hacia 1800, el ejército británico optó por un fusil diseñado por el maestro armero Ezekiel Baker. No se trataba de un arma especialmente innovadora ─ compartía algunas de las características de los fusiles Jäger del siglo anterior ─.
Pero el fusil Baker funcionó muy muy bien en manos de los soldados de uno de los regimientos de fusiles más famoso de la Historia Británica, el 95º Regimiento de Fusiles [95th Rifles]. Los seguidores de la serie de novelas sobre las aventuras del fusilero Richard Sharpe, escrita por Bernard Cornwell, y la serie televisiva a la que dio lugar, conocen el 95º Regimiento de Fusiles [95th Rifles], y aunque las hazañas de Richard Sharpe son ficticias, la importancia histórica del regimiento resulta absolutamente cierta.
Ya fuera un general o un chaval del tambor, el 95º Regimiento de Fusiles [95th Rifles] apuntaba al blanco y acababa con cualquiera que tuviera algo que ver con el mando, el control y las comunicaciones en el campo de batalla. Poco a poco, el ejército británico ─ así como los demás ejércitos europeos y americanos ─ empezaron a darse cuenta de que el futuro de la guerra residía en los fusileros.
Añádele avances tecnológicos tales como un mecanismo decente de recámara, cartuchería metálica fiable fabricada en serie y métodos de fabricación menos costosos, y pronto todo soldado ─ no solo los fusileros de élite ─ pudo disparar a larga distancia en el campo de batalla.
Así que, hoy día no importa quién presione el disparador, los soldados contemporáneos le deben un respeto al fusil Baker y aquellos soldados que lo utilizaron. Puede que ningún otro arma en los últimos 200 años hiciera más para dar forma a un mundo en el que la guerra se bate con fusiles.
Traducido por Jorge Tierno Rey, autor de El Blog de Tiro Táctico.