Mostrando entradas con la etiqueta equipo de radio. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta equipo de radio. Mostrar todas las entradas

domingo, 26 de enero de 2025

Malvinas: Críticas al texto "No conocían el uso de su principal arma"

No conocían el uso de su principal arma


Extracto sacado del libro "Comandos en Malvinas -La otra historia", capítulo "Análisis de las operaciones". Libro disponible en papel y e-book en Amazon.



En la foto comandos del EA por las calles de la capital malvinense.

...Una vez en la cima del monte Simon, los comandos argentinos divisaron helicópteros británicos al norte de su posición y trataron de transmitir la información a Puerto Argentino con la radio Thompson TRC 300 (ver foto debajo) de HF con la que estaban equipados. Este equipo era de características similares a las Clansman PRC 320 utilizadas por los británicos. Cuando quisieron comunicarse utilizaron el modo SSB (Single Side Band/ Banda Lateral Única), un modo de comunicación por voz a través de la red de HF. Pero, aunque consiguieron establecer comunicación, esta se cortó al momento. Los comandos lo intentaron «casi» todo, desde cambios de posición a cambios de antena, pero no pudieron volver a establecer comunicación.


Posteriormente, ese mismo día, algo consiguieron cuando aprovecharon el paso de dos helicópteros argentinos que regresaban a Puerto Argentino transportando a la patrulla de Pinasco. Los comandos de la 1ª Sección de la 602 contactaron con los helicópteros y pudieron transmitirles parte de la información. Aun así, en ningún momento lograron contactar de nuevo con la capital. Hasta aquí nada parecería fuera de lo normal, pero la realidad era muy distinta. En esos momentos Vercesi y sus hombres no sabían si sus problemas eran simples problemas de transmisión, propios y habituales de las transmisiones en HF y que todas las unidades sufrieron durante la guerra, o estaban relacionados con posibles interferencias por parte de los equipos de guerra electrónica británicos, también llamadas jamming en el argot. Si los comandos argentinos hubieran seguido un protocolo de comunicaciones normal, fuese cual fuese el origen del problema, su siguiente paso debería haber sido dejar la SSB y tratar de establecer contacto mediante CW (Continuous Wave/Onda Continua). La CW es un modo de emisión que, operando también en el espectro de HF, se caracteriza porque interrumpe la señal a intervalos ya establecidos pertenecientes a un código, es el por todos conocido código Morse. Todos los comandos del EA o al menos su radioperador, el Tte. 1º Gatti, perteneciente al arma de ingenieros, debería haber conocido, como probablemente conocía, las características de la transmisión por CW. Debería haber sabido que la CW es más eficiente que la SSB en situaciones con fuertes interferencias o con adversas condiciones atmosféricas para la propagación de las señales de HF. Igualmente, la CW al ocupar poco ancho de banda y tener una relación señal/ruido muy alta, permite establecer comunicaciones a mayor distancia que ningún otro modo. Es por ello que pese a ser un sistema antiguo, era el usado por las patrullas británicas. Los británicos sabían que las ondas en HF se ven muy afectadas por los constantes cambios de la ionosfera, la capa de la atmosfera donde rebotan las ondas HF. Por ello sus patrullas, que también tuvieron sus problemas, utilizaron principalmente la CW; ello pese a algunos inconvenientes de la CW, como una capacidad de transmisión más lenta y mayores posibilidades de radiodetección. Otras unidades argentinas también sufrieron los problemas con sus equipos de radio a la hora de transmitir e igualmente ninguna de ellas recurrió a la CW. Muy conocido es el caso de los comandos anfibios en su patrulla a San Carlos. De hecho, ninguna patrulla argentina siquiera llevó consigo a Malvinas la llave o manipulador de Morse con el que sus radios estaban equipadas. Probablemente arriesgándonos demasiado a dar por hecho que los comandos argentinos conocían las características de propagación de la CW, solo dos posibilidades son factibles, a cuál de ellas peor. La primera es que en sus protocolos o instrucciones de empleo de comunicaciones no estuviera previsto el caso de un fallo de transmisión con la SSB y, la segunda, que los comandos no tuvieran práctica suficiente o ninguna práctica en la transmisión con código Morse. Fuese cual fuese el motivo de esta mala práctica de los comandos argentinos, su gravedad es extrema. La doctrina de empleo de las unidades de operaciones especiales a principios de los 80, al igual que la actual, resaltaba la importancia de los equipos de radio dentro de una patrulla, más aún si es de reconocimiento. Los distintos equipos de radio, sea de HF, VHF o UHF eran considerados como la principal arma de la patrulla y la pieza de equipo más importante transportada. Sin sus radios, una patrulla infiltrada en territorio enemigo no tiene razón de ser, no puede comunicar la información recabada, no puede pedir apoyo si se encuentra en problemas y, además, se ve imposibilitada de contactar con los helicópteros a la hora de ser exfiltrada. Es por ello que todos los miembros de una patrulla de reconocimiento y, sobre todo, los operadores de radio, deben recibir un entrenamiento intensivo y profundo en el uso de los distintos equipos y antenas, deben poder solventar la mayoría de los problemas técnicos y además deben ser capaces de sacar el mayor rendimiento de sus equipos en las peores condiciones operacionales.



Críticas al texto


El análisis presentado sobre las operaciones de los comandos argentinos en Malvinas pretende ser una crítica seria y estructurada, pero en realidad se queda corto, cayendo en un tono pretencioso y casi ridículo, sobre todo cuando señala con dedo acusador las fallas en las comunicaciones. Según el autor, el problema parece ser tan sencillo como que los soldados “debían haber usado CW”, como si activar el código Morse fuera un truco mágico que solucionara todos los inconvenientes logísticos, técnicos y operativos. Sí, claro, porque en medio de un terreno inhóspito, escalando montes y bajo amenaza constante del enemigo, los comandos debían sacar tiempo para preguntarse: “¿Dónde está mi manipulador de Morse? ¡Es hora de brillar!”. La sugerencia resulta, por decir lo menos, desconectada de la realidad.

El autor insiste en que los operadores deberían haber estado perfectamente entrenados para usar CW y resalta cómo los británicos, en su perfección casi mitológica, lo implementaron sin problemas. Pero olvidemos por un momento que los comandos argentinos ni siquiera tenían los manipuladores necesarios con ellos en Malvinas y que el entrenamiento en CW, si acaso se les dio, no era una prioridad en su formación. También ignoremos que el uso del código Morse habría expuesto a las patrullas a un mayor riesgo de radiodetección. El autor no parece interesado en cuestionar por qué la planificación estratégica falló en proporcionar tanto el equipo como el entrenamiento adecuado. Es más fácil culpar a los soldados en el terreno, ¿no?

La frase “no conocían el uso de su principal arma” es particularmente insultante. Sí, porque los comandos, enfrentándose a todo tipo de adversidades, claramente no sabían para qué servía la radio. Seguro pensaban que era un adorno táctico, algo para lucir en la mochila mientras escalaban montes helados. No es que la radio fuera defectuosa o que el entorno hostil afectara las señales, no. Era pura negligencia de su parte, claro. La crítica no toma en cuenta que los soldados hicieron todo lo razonablemente posible: intentaron cambiar de posición, probaron antenas distintas, buscaron alternativas creativas como comunicarse con helicópteros que pasaban cerca. Pero no, nada de esto parece suficiente para el autor. Parece que esperaba que los comandos resolvieran con facilidad problemas que, en realidad, eran reflejo de fallas más profundas en la logística y en la doctrina operativa.

Ahora, el autor se toma su tiempo para ensalzar a los británicos, que sí usaban CW porque conocían las complejidades de las transmisiones en HF. No se discute que ellos tuvieran más experiencia y recursos, pero ¿realmente es justo comparar los contextos de ambos bandos? Parece más una excusa para subrayar la supuesta ineptitud argentina que un análisis serio de las limitaciones reales que enfrentaron los comandos. Es como comparar a un corredor profesional con alguien que tiene los cordones atados entre sí, y luego criticar al segundo por no correr rápido.

Finalmente, el autor concluye que la gravedad de las fallas en las comunicaciones es “extrema” y que los comandos debían estar intensivamente entrenados para resolver cualquier problema técnico. Por supuesto, porque todos sabemos que en 1982 las fuerzas armadas argentinas tenían acceso ilimitado a entrenamiento especializado y recursos tecnológicos de última generación. Todo esto suena a un juicio fácil desde el sofá, olvidando que estos hombres operaron en condiciones adversas, con recursos limitados y bajo una planificación estratégica que dejó mucho que desear.

Lo que sí es destacable, pero convenientemente ignorado, es cómo los comandos lograron adaptarse a pesar de todo. Si las radios fallaban, buscaron helicópteros. Si no podían comunicarse directamente, usaron su ingenio para transmitir lo que podían. Cumplieron su misión en un entorno hostil y demostraron resiliencia, algo que, aparentemente, el autor no considera digno de mención. En cambio, prefiere dedicar párrafos enteros a lo que “no hicieron”, ignorando las limitaciones estructurales que condicionaron sus acciones.

En resumen, este análisis es menos un análisis y más un ejercicio de crítica fácil que confunde a las víctimas de un sistema inadecuado con culpables. Quizás la próxima vez el autor debería tomarse un momento para considerar el contexto histórico, las restricciones logísticas y la realidad operativa antes de subirse al pedestal de la perfección táctica. Claro, eso supondría algo de empatía y sentido común, pero ¿quién necesita eso cuando puedes regañar a soldados por no teletransportarse mágicamente al nivel de sus contrapartes británicas?