jueves, 4 de enero de 2018

Fuerzas Especiales: 2e Bataillon de Commandos (Bélgica)

2e Bataillon de Commandos

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El 2. ° Batallón de Comandos (en francés: 2e Bataillon de Commandos) es una formación militar del ejército belga y parte del Regimiento Paracommando. Sus tradiciones regimentales, incluyendo el nombre "Comando" y la boina verde, fueron adoptadas por los soldados belgas que sirvieron en el Comando No. 10 (Aliado) durante la Segunda Guerra Mundial.

Regimiento de Comandos (1945-1955)
2 ° Batallón de Comandos (1955-)
Activo 1945-
País Bélgica
Rama Componente de tierra
Tipo Infantería ligera aerotransportada
Papel 
Asalto aéreo
Guerra anfibia
Parte de la Brigada Paracommando
Cuartel general Flawinne
Lema (s) Unidos conquistamos
Marcha Marche des Commandos [2]
Compromisos Congo Belga
Genocidio de Ruanda
Insignias
Brevet de Calificación paracaidista

Brevet de Calificación Comando

No. 10 Commando


3642/5000
Las tradiciones del 1er Batallón de Comandos se basaron originalmente en las de 4 Tropas de 10 Comandos (Aliados) durante la Segunda Guerra Mundial, que lucharon en el norte de África, Italia y el norte de Europa. Es particularmente notable por su papel durante la Operación Infatuate: la invasión de la isla holandesa de Walcheren en 1944. Todos los soldados belgas en 4 Tropas eran trilingües (francés-holandés-inglés).

La insignia de la nueva unidad fue diseñada por Padre Devos, basado en el comando británico Fairbairn-Sykes daga.

Operaciones principales 

Congo belga 

Durante los meses previos a la independencia del Congo Belga, los soldados del 2. ° Batallón de Comandos se posicionaron en Bas-Congo. Para cubrir más territorio, el 4 ° Batallón de Comandos y el 6 ° Batallón de Comandos fueron creados a partir de oficiales de la unidad y nuevos reclutas para controlar el área clave alrededor de Kitona y Kamina. [1]

En 1959, el 2. ° Batallón de Comandos fue trasladado a Léopoldville para mantener el orden durante los disturbios.

En 1964, una compañía de 2nd Commando se incluyó en la Operación Dragon Rouge para la caída en Stanleyville para recuperar rehenes. La compañía fue mencionada en los despachos. [1]

Genocidio de Rwanda


Sitio de la masacre en Kigali, Ruanda.


En marzo de 1994, el 2. ° Batallón de Comandos (con elementos del 3. ° Batallón de Paracaidistas) tomó el relevo del 1. ° Batallón de Paracaidistas en la misión UNAMIR de las Naciones Unidas en Rwanda.



El 6 de abril de 1994, tras el asesinato del presidente de Ruanda, la estación de radio RTLM acusó a los pacificadores belgas de haber derribado, o de haber ayudado a derribar, el avión del presidente. Los 10 soldados belgas que habían sido asignados para proteger al presidente, así como a cinco ghaneses, fueron capturados por un número abrumador de soldados rwandeses, y brutalmente torturados, [3] antes de ser ejecutados. El contingente belga fue blanco deliberado de esta manera para provocar que el contingente belga se retirara de la UNAMIR (cosa que hizo varios días más tarde), debilitando críticamente al resto de la fuerza de la ONU.


Memorial para el personal belga de la UNAMIR en Kigali, Ruanda.

Los nombres de los cascos azules que murieron fueron:
Teniente Thierry Lottin (29 años)
1Sgt. Yannick Leroy (29 años)
Cpl. Bruno Bassinne (27 años)
Cpl. Stephane Lhoir (de 28 años)
Cpl. Bruno Meaux (28 años)
Cpl. Louis Plescia (32 años)
Cpl. Christophe Renwa (26 años)
Cpl. Marc Uyttebroek (26 años)
Cpl. Christophe Dupont (25 años)
Cpl. Alain Debatty (29 años)

El asesinato de los 10 soldados fue la mayor pérdida individual de personal belga desde la Segunda Guerra Mundial y provocó indignación en Bélgica. El 19 de abril, todo el personal belga fue evacuado del país.

El asesinato fue objeto de una investigación, bajo el título de "Qui a tué nos paras?" ("¿Quién mató a nuestros paras?"). La retirada y el debilitamiento fatal de la fuerza de la ONU fueron vistos como una catástrofe en los círculos militares belgas: Gaston Francsson, un condecorado veterano belga de la Guerra de Corea, devolvió las medallas de la ONU a las Naciones Unidas en protesta por la decisión. Un comandante ruandés, Bernard Ntuyahaga, fue luego arrestado y condenado por los homicidios.

Composición

El batallón era bilingüe (francés-holandés) desde su creación hasta 1982, pero ahora es solo francófono. [1]


Estándar 

En una ceremonia celebrada el 26 de octubre de 1946 en Bruselas, el príncipe Carlos otorgó el estándar de la unidad al teniente coronel Danloy, con las siguientes citas heredadas de 4 (belga) Tropa del Comando No. 10 (inter-aliado) durante la Segunda Guerra Mundial:
Italia
Yugoslavia
Walcheren
El estándar también llevaba el fourragère de la croix de guerre belga.


miércoles, 3 de enero de 2018

Ejército: Mongolia en Afganistán

Soldados mongoles en Irak



Unos 150 soldados mongoles actualmente participación de la ocupación de Irak. Las tropas mongoles arribaron sin ningún equipo. El US Army les proveyó del todo el equipo -ex Pacto de Varsovia. 



Kabul, Afganistán--comandos mongoles demuestran habilidades de combate cuerpo a cuerpo y de manejo de armas pequeñas antes las fuerzas de coalición en el Camp Eggers-base del Centro de Entrenamiento de Misión de la OTAN. Los comandos eran parte de una serie de manifestaciones que celebran el Día del Ejército mongol. Ese día se celebra la primera gran victoria de Mongolia del ejército en una batalla moderna en 1921.





martes, 2 de enero de 2018

SGM: Mortero Tipo 96 (Japón)

Mortero de Infantería Tipo 96 de 150 mm 



El Tipo 96 y Tipo 97 fueron morteros japoneses de calibre de 150 mm utilizados durante la Segunda Guerra Mundial. El Tipo 96 fue introducido por primera vez en 1936. Tenía un calibre de 150,5 mm y aproximadamente 90 fueron producidos. El Tipo 96 fue utilizado en Pelelliu, Iwo Jima y China, pero su rendimiento no se conoce. En 1941, el arma fue desarrollada en el Mortero más portátil Tipo 97 de 150 mm, que simplemente tenía el amortiguador de retroceso eliminado. 



DesignaciónTipo 96Tipo 97
cañón largo
Tipo 97
cañón corto
Longitud del cañón1.325 m1.935 m1.395 m
Elevación+45 to +80 grados
Peso de la municiónReportado entre
23.8 kg y 25.65 kg
Velocidad de boca214 m/s
Peso722 kg342 kg232.5 kg
Alcance3,900 m
Cantidad producida90110

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lunes, 1 de enero de 2018

Inserción fallida: Comando colombiano perdido en la selva

La incansable búsqueda de Andrés Felipe Mejía. ¿Su última imagen? Un punto negro colgando de un helicóptero sobre la selva

El 4 de mayo de 2014, el joven integrante de un comando de élite de la Fiscalía colombiana encabezó una misión para capturar a un jefe de las FARC. Nunca más se supo nada de él. Infobae reconstruyó la historia junto a su familia que sigue esperando su regreso a casa
Por David Arango
Desde Bogotá, Colombia
Infobae



Andrés Felipe Mejía (Archivo Familia Mejía)

–Esta es la última fotografía que tengo de Andrés Felipe.

Álvaro Mejía saca su teléfono celular y muestra la imagen de su hijo, un joven de uniforme negro, que mira hacia la cámara con una sonrisa adusta apoyado contra una mesa derruida. A su lado izquierdo se puede ver su morral y fusil de dotación.

Con su pulgar, Álvaro Mejía busca otras imágenes y en la pantalla aparece un fotograma captado por un avión militar Fantasma, estas sí son las últimas fotografías captadas de su hijo. La fecha es 4 de mayo de 2014, cinco días antes de su cumpleaños número 27.

En ellas se aprecia la silueta de un helicóptero Black Hawk del cual se desprende un cable de acero de 40 metros de largo que remata en un punto negro, casi imperceptible, y que contrasta con el fondo gris que es la zona en la que el joven desapareció. Ese manto gris es la entrada al Parque Nacional Chiribiquete, el cual comprende casi tres millones de hectáreas de selva virgen ubicadas al sur de Colombia entre los departamentos de Guaviare y Caquetá. Un lugar inaccesible en el que la guerrilla de las FARC se refugiaba de los ataques del Ejército.


Y ese punto negro que cuelga de la cuerda es Andrés Felipe, quien llevaba consigo la orden de captura de quien fue uno de los jefes guerrilleros más buscados de Colombia, Julián Gallo, alias Carlos Antonio Lozada.

La imagen es parte del registro de una operación militar realizada en la madrugada del 4 de mayo. Un día después se declaró la desaparición de Andrés Felipe. Ese día el era parte del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI), un grupo élite de la Fiscalía General de la Nación de Colombia, que se encargaría de identificar y arrestar a Lozada. Junto a ellos estaban las fuerzas especiales del Ejército de Colombia, helicópteros artillados y vigilancia proporcionada por EE.UU.

–Lo que nos dijeron fue que él debía descender por el cable y esperar entre la selva para reunirse con el Ejército, pero en la bajada el cable del que colgaba se enredó en un árbol. El piloto hace unas maniobras para soltarlo, no lo logra y debido a la necesidad de ahorrar combustible, deciden irse de la zona con mi hijo colgando del cable…

Álvaro Mejía detiene su relato. Se imagina por un momento lo que significa estar en medio del caos de un combate, las balas y el bombardeo previo al descenso. Se pasa una mano por la cabeza.

–Al parecer, la cuerda se rompió o fue cortada en algún punto entre el lugar del combate y en el que el helicóptero aterrizó. No se sabe qué más pasó con él ni dónde cayó o si fue secuestrado por las FARC. Yo lo único que pido es que me respondan, ¿qué pasó con mi hijo?

Repite la pregunta varias veces. Afirma que aunque se hicieron dos operaciones de búsqueda en la zona y se reconstruyeron los hechos, el Estado colombiano no ha dado con el paradero de su hijo ni tampoco le ha dado una versión oficial de los hechos.

Álvaro Mejía acerca a su rostro a la pantalla de su celular y busca la figura de su hijo en ese punto negro de bits que se difuminan.


La última imagen de Andrés Felipe Mejía es ese punto negro que cuelga del cable de un helicóptero Black Hawk sobre la selva colombiana (archivo Famiia Mejía)
***

Dos días después de la desaparición de Andrés Felipe, agentes del CTI y Ejército se internaron en la selva para ubicarlo. En esa operación que se conoció como Alfa–Faro, se requisaron al menos 27 millones de kilómetros cuadrados del Parque Nacional Chiribiquete, pero lo único que se encontró fue su fusil.

Un año después, en 2015, un grupo de mil uniformados del Ejército y la Fiscalía volvieron a este lugar y recorrieron un sector más amplió del parque. Ellos registraron a través de una cuadrícula la zona y recibieron apoyo aéreo en el caso de que las FARC los atacaran. En esa última búsqueda participó Martín Sanabria, compañero de trabajo del CTI y amigo entrañable de Andrés.

–Todos los días me levanto pensando en él. Alguna vez hablamos de lo que nos podía pasar en el trabajo, de que podíamos morir. No me equivoco al decir que él también aceptaba lo malo que pudiera pasarle, porque esto es lo que nos gusta hacer, para este trabajo se nace y punto.

Ambos se conocieron en el curso de detectives del extinto Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), del cual fueron trasladados al CTI de la Fiscalía General de la Nación de Colombia. Allí participaron en allanamientos, abriendo puertas y portando las órdenes de captura de narcotraficantes y otros delincuentes.

Además, alternaron su trabajo con el estudio de las leyes Hoy, cuatro años después de la desaparición de su amigo, Martín ya es abogado. Su título de pregrado adorna la sala de la casa junto a las fotografías de su familia.

–¿Por qué no lo encontraron? –le pregunto.
–Porque es una zona muy complicada, el terreno es difícil de recorrer, la selva es muy tupida, es fácil perderse, a eso de las cinco de la tarde la oscuridad es total y llueve todos los días. Yo solo sé que es muy difícil sobrevivir en esa zona y que si el cayó sobre esos árboles es posible que haya resultado herido. ¿Cómo sobrevive uno en esa selva? No soy negativo, yo solo quiero que esta incertidumbre termine para todos –responde, Martín.
En efecto, desde Google Maps la zona parece una mancha inexorable.

.

–Todos los del grupo del CTI nos fuimos con la esperanza de encontrar al 'Flaco', como le decíamos a él. Buscamos a un compañero entre los árboles caídos, bajo esas raíces inmensas, en los ríos de esa selva. Solo queríamos encontrar a un amigo y no lo encontramos. ¿Qué más podemos hacer?
Sanabria se mira las manos y comienza a recordar los buenos momentos que pasó junto a Andrés Felipe, los viajes que emprendieron, las conversaciones en plena clase en la universidad y las veces que fueron sacados del salón por los profesores. También, recuerda la última vez que hablaron. Ese día era la celebración del nacimiento de su hijo, Andrés ya estaba en la Base Militar de Apiay, en Villavicencio, en el departamento del Meta. Hablaron poco tiempo y Sanabria prometió devolverle la llamada, pero se ocupó en el evento y olvidó llamarlo. Al día siguiente se enteró de la desaparición.

–Sabe, es algo extraño, pero en tantos años de amistad solo tenemos una fotografía juntos.

Saca su celular y la muestra. Andrés Felipe aparece con gafas negras y una gorra. Están en alguna parte del río Catatumbo, en el departamento de Norte de Santander, en la frontera con Venezuela.


(Archivo Martín Sanabria)

Sanabria la mira y se emociona. Dice que su amigo es la persona indicada para ese trabajo.

–En la academia nos repetían que la inteligencia es tan sucia, que solo los limpios pueden trabajar en ella. Ese es Andrés Felipe.

***

La casa de la familia Mejía es amplía y sencilla. No hay un solo lugar que no haya pasado antes por las manos de Álvaro Mejía: las escaleras las soldó e instaló él mismo, las puertas las hizo en el taller en el que trabaja entre semana. A sus 56 años, opera un torno de acero en el que le da forma a tornillos y piezas de maquinaria.

Por eso, cuando alguien camina por los pasillos, él habla de los pasamanos que faltan por lijar o señala las rejas que aún no ha emparejado. Al fondo, en el último cuarto, se encuentra una habitación que huele a metal y en la que reposa una caja que alberga sus implementos de trabajo. La cierra molesto cuando se da cuenta que su hijo menor, Juan Camilo, le ha sacado un taladro sin su permiso.

Se levanta y pide disculpas por el desorden. El rostro le cambia cuando sube las escaleras e ingresa a la habitación más grande de la casa, la que los Mejía han dejado para Andrés Felipe. Allí reposan una cama y un mueble para el televisor. Hay dos cervezas, un ángel de cerámica y los carros de juguete con los que juegan los sobrinos de 3 y 2 años que Andrés Felipe aún no conoce y que cada tanto gritan para llamar la atención de su abuelo.

Al fondo, en otra habitación, la hermana de Andrés Felipe, Ximena Mejía, se peina el cabello sobre la cama. El hermano menor sube y baja las escaleras buscando unas llaves. Parece una familia normal. Sin embargo, todos hablan del hermano e hijo desaparecido en presente, nunca en pasado. Por eso, Blanca Ruby López, la madre de Andrés Felipe, asevera que nunca lo van a olvidar.

Sentada en la sala de la casa, mientras observa una vela que ilumina una fotografía de toda la familia, dice que siente que él está vivo, que una mamá sabe cuando un hijo ha fallecido y que este no es el caso.
–Antes de comer me preguntó si él ya lo hizo, ¿será que estará bien?

Una vez que esta desaparición fue noticia, Álvaro Mejía se convirtió en el vocero de la familia ante los medios de comunicación. Fue él quien dio las primeras declaraciones a periódicos nacionales en las que les exigió a las FARC que lo liberaran si lo tenían secuestrado. Las fotos de Andrés Felipe aparecieron en notas de prensa en las que el CTI afirmaba que estaría vivo y ofreció una recompensa de 50 millones de pesos (16.000 dólares) para quien revelara su paradero. Después se publicaron cartas en las que su familia le daba ánimo. "Usted va a salir de esta encrucijada más pronto de lo que imaginamos", se lee en una de ellas con fecha del 7 de diciembre de 2014. Más tarde, en agosto de 2015, el propio Carlos Lozada afirmó que las FARC no lo tenían secuestrado.

"Como padre, no soy ajeno al dolor y la angustia que usted y doña Blanca Ruby están padeciendo; por lo cual le pido acepte mis sentimiento de solidaridad", escribió el jefe guerrillero.


(fotos: David Arango)

Álvaro siguió presionando. Apareció en un programa de televisión junto al Comandante General del Ejército colombiano, Alberto José Mejía, y el exdirector del CTI, Daniel Quintana y pidió una cita con el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, que nunca se dio. Desde entonces, no se ha dado por vencido: creó un grupo en Facebook que cuenta con más de 2000 miembros y en el que se comparten mensajes de apoyo entre familiares y amigos, y periódicamente habla en un programa de radio que documenta los secuestros en Colombia.

Siempre reitera que poco o nada se ha sabido desde la desaparición de Andrés Felipe, en mayo 5 de 2014.

–Nos hemos quedado como en el principio y eso que estuvimos en la zona en la que se perdió, ¿se acuerda? –le pregunta Álvaro Mejía, sentado en la sala de su casa, a Blanca Ruby.
–Esa selva era horrible –le responde ella– yo solo quería gritar.

Días después de conocerse la noticia ambos viajaron junto a un grupo de generales y fiscales a la zona en la que desapareció Andrés Felipe. El boquete abierto entre la selva por el bombardeo del operativo sirvió de helipuerto por el que ingresaron al Chiribiquete. Ese día caminaron algunos metros por la selva que les pareció un lugar de pesadilla: los árboles de más de 30 metros de alto, la humedad y los animales salvajes que acechan desde la manigua.

En el corto recorrido los acompañó un militar que les mostró las plantas que dan alimento y agua en la selva. Les habló de los jejenes que lo cubren todo y que imposibilitan orientarse, de los animales salvajes y las serpientes.
Ellos preguntaron si era posible sobrevivir a una caída desde 60 metros de alto entre ese bosque espeso, les respondieron que sí, que las ramas de los árboles podrían haber amortiguado la caída de Andrés Felipe.
–Desde el primer momento que supimos que él iba para el Guaviare tuve un mal presentimiento. El domingo, el día anterior al operativo, hablé con mi hijo y lo escuché como cabizbajo. Supongo que él presentía lo que iba a pasar –recuerda Blanca Ruby.

A ella se le quiebra la voz y mira a Álvaro a los ojos. Desde el segundo piso de la casa llegan los ruidos de los dos nietos que se persiguen y gritan.

***

En los cuatro años en los que Andrés Felipe no ha estado con su familia se firmó un proceso de paz con las FARC. Carlos Lozada, el comandante guerrillero que él buscó en las selvas del Guaviare, dejó las armas y se postuló a un cargo en el Congreso de la República de Colombia, en el marco del acuerdo de paz que les permite a los guerrilleros participar en política mientras cumplen con la justicia transicional.

Lozada también trabajó junto a miembros del Ejército en el cierre del conflicto armado con las FARC y fue clave para la movilización de los miembros de esa guerrilla a zonas en las que luego dejarían las armas. Por esas razones para Álvaro Mejía, la operación en la que participó Andrés Felipe es un despropósito.

–Si en 2014 ya estaban dialogando el Gobierno y las Farc, ¿por qué perseguían a Lozada si después iría para Cuba? ¿No será el caso de mi hijo es una excusa para él se hubiera fugado?
El 31 de octubre de 2016, con más preguntas que respuestas, Álvaro Mejía se reunió con Carlos Lozada, quien le aseguró por segunda vez que Andrés Felipe no estaba secuestrado por esa guerrilla. De ese encuentro surgió la idea de hacer una búsqueda entre el Ejército y las Farc, que nunca se dio.

Hoy, ante la falta de respuestas, los Mejía han adelantado un proceso judicial para poder conocer qué pasó con su hijo. Nury López, la abogada que los representa, afirma que es posible que se hayan producido errores en la operación militar y que la Fiscalía debe investigar el caso a fondo.

En efecto, la información que se filtró en medios de comunicación sostenía como probable el hecho de que Andrés Felipe hubiera cortado la cuerda. Sin embargo, Álvaro Mejía afirma que él no llevaba su cuchillo y que solo portaba una navaja. Él muestra el cuchillo de fabricación estadounidense que su hijo no se llevó. Lo sostiene en ambas manos y lo enseña para que pueda ser fotografiado.



Cerca de la entrada de la casa, ubicada en una pared de la sala hay una placa que les entregó la Fiscalía General de la Nación, en ella se puede leer: siempre has sido y serás un guerrero.

Álvaro la descuelga y se la pone entre los brazos se pone firme para que le tome una foto. La cámara hace clic, clic.
Luego dirá que su trabajo durante estos cuatro años ha sido el de tener la fortaleza necesaria para mantener unida a su familia y que Andrés Felipe regresará. Esto solo es una gran prueba para todos.
–Pero sabe, yo a veces me pregunto, –reflexiona Álvaro–, que no sé dónde he sacado tanta fuerza para seguir adelante.

domingo, 31 de diciembre de 2017

SGM: Char B1, el Tiger francés que no pudo ganar la batalla de Francia

El monstruoso tanque Char B1 de Francia que se desayunaba con Panzers alemanes 


Pero no pudo ganar la Batalla de Francia por sí mismo




Sebastien Roblin || War is Boring


A las cinco de la madrugada del 16 de mayo de 1940, una compañía del 8 ° Regimiento Panzer se encontraba en una posición de emboscada a lo largo de una calle plagada de escombros de la ciudad francesa de Stonne. El día anterior, la desafortunada aldea había cambiado de manos varias veces cuando las tropas francesas intentaron detener la marea de blindados alemanes dirigiéndose hacia el canal inglés, amenazando con atrapar a las fuerzas aliadas en Bélgica.

Tres escuadrones de bombarderos en picada Stuka devastaron Stonne, así como la artillería francesa y alemana. Esa mañana, los Panzer IIIE y IVD -entonces los mejores tanques del servicio alemán- se desplegaron para evitar un contraataque francés.

De repente, un tanque verde achaparrado se movió pesadamente alrededor de una cuadra de la calle directamente delante de la unidad alemana. Este fue Eure, un tanque Char B1 bis de 31.5 toneladas comandado por el capitán Pierre Billotte. Su conductor, el sargento Durupt, disparó el obús de 75 milímetros fijado en el casco delantero rugiendo y rompiendo al Panzer III en la parte trasera de la columna. Al mismo tiempo, Billotte giró el cañón más pequeño de 47 milímetros de alta velocidad en la torre y acertó al tanque principal, a solo 30 metros de distancia.

Los escombros atraparon a la compañía Panzer en una confrontación cara a cara con el gigante gaélico. Municiones de 37 milímetros salieron de los largos cañones de los tanques Panzer III y rebotaban en la torreta de Eure. Los proyectiles de 75 milímetros de baja velocidad hacían ruidos basso mientras escupían los rechonchos cañones de los tanques Panzer IV, solo para romperse en nubes de metralla contra el glacis del tanque francés.

Más de 140 proyectiles bombardearon la armadura de Eure, pero ninguno penetró. Billotte golpeó fríamente a un Panzer tras otro.

Una vez que había destruido toda la compañía -11 Panzer IIIs y dos Panzer IV en total-, Billotte continuó su avance y añadió dos cañones antitanque de 37 milímetros a la cuenta. A las 7:00 a.m., Stonne volvió a estar bajo control francés y permanecería así durante el resto del día. El mismo día, el tanque Riquewhir cargaría en una columna de infantería enemiga, sus huellas manchadas de sangre ocasionaron que el 64º Regimiento alemán de Schutzen entrara en pánico y huyera de todo un sector de Stonne.

Por primera vez, la Wehrmacht había encontrado un tanque que superaba por completo al suyo.

Francia pasará a la historia por haber sido derrotada por tanques en la Segunda Guerra Mundial, pero no fue por falta de tanques: el ejército francés desplegó cerca de 4.000 tanques de más de una docena de tipos diferentes, la mayoría de ellos bien blindados. Más bien, una organización pobre, una doctrina confusa y una conducta operativa desastrosa derrotaron al ejército francés.


B1 bis Var capturado en Bélgica después de ser abandonado debido a un mecanismo de dirección roto. Foto a través de Wikipedia

El Char B1 fue concebido solo unos pocos años después de la Primera Guerra Mundial como un tanque de apoyo de infantería con un fuerte papel de asalto. El "tanque de batalla" atacaría fortificaciones enemigas, artillería y tanques de frente, prevaleciendo a través de potencia de fuego y armadura superiores. Los pesados ​​lentos perforarían agujeros permitiendo que los "tanques de caballería" más rápidos penetren detrás de las líneas enemigas.

El diseño resultante reveló su pedigrí de la época de la Primera Guerra Mundial con enormes pistas tan altas como el casco destinado a vadear trincheras con facilidad, así como su armamento de múltiples cañones. Un obús pesado de 75 milímetros fue reparado con solo una travesía vertical en el casco para bombardear fortines. Fue operado por el conductor a través de un sofisticado sistema hidráulico de Naeder para un apuntamiento preciso, y mantenido por un cargador. Además, una pequeña torrecilla en la parte superior montaba una pistola de 47 milímetros para cazar tanques. También había ametralladoras en la torreta y el casco para una defensa cercana contra la infantería.

Pasó casi una década y media antes de que el primer B1 estuviera listo para entrar en producción en 1937. Un corto recorrido inicial de 35 Char B1s fue rápidamente reemplazado por el modelo B1 bis, con un cañón SA35 de 47 milímetros de mayor velocidad para derribar tanques enemigos. y un motor de 300 caballos de fuerza. En particular, el B1 bis ostentaba de 55 a 60 milímetros de armadura en todos los lados, dejándolo prácticamente sin puntos débiles importantes. A modo de comparación, el Panzer III y IV tenían solo 20 a 35 milímetros de armadura.

A pesar de superar por completo a sus compañeros en potencia de fuego y armadura, el B1 tenía defectos importantes. Solo podía alcanzar una velocidad máxima de 17 millas por hora, mientras que los contemporáneos generalmente promediaban 25 millas por hora. El alcance de la B1 de 110 millas no era peor que el de los tanques medios alemanes, pero requería más combustible. El ejército francés incluso experimentó con tener a los B1 remolcando suministros de combustible adicionales en un remolque, y luego decidió confiar en los camiones de combustible, que eran vulnerables y escaseaban.

El B1 también sufrió la torreta de un solo hombre endémica de los tanques franceses. El comandante de un B1 tenía que dar órdenes verbales a su tripulación y posiblemente a los otros tanques de su unidad, apuntar y disparar el arma de 47 milímetros en la torreta y volver a cargar el arma. Simplemente fue demasiado hacer de manera eficiente. A pesar de que la torreta teóricamente podría disparar hasta 15 balas por minuto, una tasa de fuego de cuatro balas por minuto era más típica.

Una debilidad final del Char B1 fue su rudimentaria radio ER53, a través de la cual el operador solo podía transmitir comandos simples a través del código Morse. A pesar de que un modelo de recepción de audio más tarde estuvo disponible, se consideró inferior porque fue ahogado por el rugido del motor. Por el contrario, todos los panzers alemanes tenían excelentes comunicaciones de radio, lo que permitía a los comandantes un control táctico y operacional mucho más fino.

Al menos 369 B1 Bis fueron fabricados por Renault y cuatro compañías francesas adicionales. Cada uno fue nombrado individualmente después de una ciudad francesa, colonia o incluso vino. No eran baratos: 1,5 millones de francos cada uno, cuatro o cinco veces el costo de un tanque ligero. También se construyeron tres prototipos B1 ter con tripulaciones de cinco hombres, placas de blindaje de 70 milímetros y motores de 350 caballos de fuerza, pero la Tercera República cayó antes de que pudieran entrar en producción.



B1 bis Bearn II después de ser destruido por su tripulación. Foto a través de Wikipedia

Francia entró en la Segunda Guerra Mundial con solo cuatro batallones de tanques de batalla, o BCC, cada uno con 33 tanques B1. En el momento en que las principales operaciones terrestres comenzaron en mayo de 1940, dos BCC sirvieron en tres divisiones acorazadas de reserva, o DCR, que estaban destinadas a apoyar a la infantería. Un cuarto DCR se formó apresuradamente al mando del general De Gaulle, así como cinco compañías independientes para apoyar formaciones de infantería.

Lamentablemente, a los DCR les faltaban servicios logísticos y de reparación, una debilidad agravada fatalmente por el alto consumo de combustible del Char B1 y las frecuentes averías. Como los ataques aéreos y las columnas blindadas causaron el colapso del sistema logístico francés, más Char B1s fueron abandonados por falta de combustible o reparaciones necesarias que fueron destruidas en combate. Los regimientos de infantería de los DCR también carecían de transporte motorizado para mantenerse al día con los tanques. Invariablemente, los B1 vagaron adelante en la batalla sin el apoyo de la infantería.

No obstante, los B1 eran muy duros, totalmente invulnerables al cañón de 20 milímetros en el tanque más numeroso de la Wehrmacht, el Panzer II. Los tanques Panzer III, 38t y IV solo tenían una pequeña posibilidad de penetrar a distancias inferiores a los 100 metros. Todos fueron destruidos fácilmente por los dos cañones de B1.

Solo las pistolas antiaéreas de 88 milímetros podrían sacar un B1 de manera confiable. Por ejemplo, Jeanne d'Arc siguió corriendo a pesar de ser golpeada por 90 proyectiles y perder sus dos armas principales, antes de ser finalmente despachada por un arma antiaérea.

Los tanques franceses ocasionalmente fueron desactivados por pistolas más pequeñas. En el primer día de la batalla por Stonne, un Panzer IV noqueó a los B1 Gaillac y Hautvillier, mientras que un arma antitanque destruyó Chinon con un golpe dirigido a la armadura lateral. La unidad de Billotte, la 3ª DCR, finalmente se desplegó en otro lugar, y Stonne cayó ante las fuerzas alemanas el 19 de mayo después de cambiar de manos 17 veces.

Sin embargo, un contraataque francés simultáneo en Flavion, Bélgica ilustra mejor cómo la armadura casi impenetrable, el poder de fuego superior y la valentía y la determinación de los petroleros franceses no pudieron compensar fallas en logística y coordinación de armas combinadas.

El 15 de mayo, los 62 Char B1s y 80 H39 tanques ligeros del 1er DCR avanzaron para bloquear el avance de más de 546 tanques de las 5 y 7 Divisiones Panzer, esta última comandada por Erwin Rommel. Los números asimétricos eran típicos de la superioridad alemana para concentrar sus fuerzas blindadas en un efecto decisivo.

Los B1 se desplegaron en la batalla a las 8:00 a.m. falta de combustible, muchos de sus camiones de suministro ya perdieron debido a los ataques aéreos. Solo 26 tanques del 28 ° BCC avanzaron para bloquear el camino del 7mo. Cuatro ya se habían roto. Desde lo alto de una colina, empezaron a atrapar tanques Panzer IV y 38t. La armadura alemana cargó, cerrándose a menos de 100 metros, solo para ser azotada por proyectiles de 47 y 75 milímetros. Sousse sacó siete tanques, Phillipeville seis y otros tanques con un promedio de tres cada uno. A cambio, solo un B1 fue noqueado y otro dañado. Los panzers retrocedieron.



Un Char B1 bis deshabilitado en el norte de Francia en 1940. Foto a través de Wikipedia

Rommel luego comprometió un regimiento Panzer con un ataque de flanqueo que fue contrarrestado por una compañía de B1, algunos de los cuales se quedaron sin combustible en el proceso, lo que les obligó a rotar manualmente sus torretas. Tres B1 inmovilizados fueron invadidos por una docena de tanques alemanes cada uno, su armadura recorrida por proyectiles de pequeño calibre hasta que las tripulaciones se vieron obligadas a fugarse. Pero la sonda alemana regresó.

Rommel luego llamó a la artillería y los bombarderos de buceo en la colina. Sus Panzer IV habían agotado sus proyectiles de 75 milímetros con poco efecto en la armadura pesada de los B1.

Alrededor del mediodía, el 37. ° BCC envió a su segunda compañía a rodar para asistir al 28 °, pero la escasez de combustible y las averías mecánicas redujeron la unidad a solo cinco tanques cuando fueron emboscados por cañones antitanque y 30 Panzer III y IV escondidos en el bosque de Biere l'Abbé. Los tanques pesados, ampliamente superados en número, tomaron 15 Panzers, pero tres B1 sucumbieron ante el peso del fuego entrante. Los restantes Guynemere, Ourcq e Isere se retiraron, muy dañados.

Las otras dos compañías del 28 comenzaron a retirarse. Mientras la 1ª compañía salió limpiamente, la 3ª se topó con un batallón de poderosas armas Flak de 88 milímetros y obuses de 105 milímetros cerca de Denée. Después de perder todos menos siete de sus B1, Lehoux ordenó que su compañía cargara, a pesar de que carecía de apoyo de infantería y artillería. Los pesados ​​cañones acabaron con los tanques franceses, pero no antes de que los franceses aplastaran varios cañones de 37 milímetros bajo sus peldaños y destruyeran ocho de los flak alemanes y las piezas de campo con fuego directo.

De vuelta en Flavion, el 37. ° BCC por sí solo continuó sosteniendo una división entera de Panzer. Cada vez más desesperado, Rommel desplegó armas antiaéreas de 88 milímetros a un kilómetro de distancia. Estos comienzan a elegir los tanques franceses que carecen de combustible, que apenas pueden moverse para disparar con sus obuses montados en el casco. Una carga final de los Panzers hizo que la señal de retroceso sonara a las 6:00 P.M. Entre la falta de combustible, las averías mecánicas y el fuego enemigo, solo escaparon tres de los B1 del batallón.

Aunque un batallón y medio de tanques franceses habían noqueado a aproximadamente 100 panzers, la imposibilidad de apoyar sus acciones con la artillería, la infantería y el apoyo aéreo significaba que el sacrificio de los petroleros había sido en vano.

Los Char B1s continuaron viendo acción en junio de 1940, frustrando los esfuerzos alemanes a nivel local. En cinco días, tres B1 que defendían los puentes en Rethel noquearon a 20 tanques alemanes, nueve vehículos blindados y 38 vehículos motorizados. El legendario general Heinz Guderian incluso nota la molestia de un solo Char B1 causado en su libro de memorias Líder Panzer: "Todos los proyectiles que disparé simplemente rebotaban inofensivamente contra su armadura gruesa. ... Como resultado, inevitablemente sufrimos bajas lamentablemente pesadas ".

Pero tales acciones no pudieron cambiar la abrumadora marea de eventos.


El naufragio del último Char B1 superviviente en Fort de Seclin en 2007. Foto vía Wikipedia

El pesado Char B1 no encajaba realmente con el estilo de guerra acorazada de alta velocidad del Heer. Sin embargo, una Alemania victoriosa decidió emplear más de 161 Char B1 capturados, revisados ​​y designados Panzerkampfwagen B2 740 (f), en roles más estáticos. Algunos fueron utilizados en la invasión de Rusia. Otros lucharon enormes ejércitos partidistas en los Balcanes. Panzer Battalion 213 incluso fue desplegado en las Islas de Canales que Alemania capturó de Inglaterra.

En consulta personal con Hitler, los fabricantes de tanques y militares alemanes manipularon los tanques franceses. Sesenta B1 tenían sus obuses montados en el casco reemplazados por lanzallamas en soportes flexibles. Estas primeras acciones se vieron en el 102 ° Batallón de Tanques de Llamas como parte de la Operación Barbarroja, atacando las fortificaciones de la frontera soviética en el oeste de Ucrania en junio de 1941.

Sin embargo, dos de los tanques fueron noqueados y la unidad sufrió tantas averías que se retiró de la acción en julio. Los alemanes se afanaron por rediseñar los tanques de llamas y desplegaron un diseño mejorado en la 223.ª Compañía de tanques capturados al asedio de Sebastopol en el verano de 1942, nuevamente con poco éxito.

A otros 16 B1 se les arrancó la torreta y se reemplazaron con obuses de 105 milímetros encerrados con un taxi blindado para servir como artillería autopropulsada. Estos sirvieron en el Regimiento 93 de Artillería en las guarniciones de la Francia ocupada y luego en Cerdeña.

En junio de 1944, las tropas estadounidenses y británicas se encontraron con B1 en Cherbourg durante la batalla de Normandía, luego otra vez en Arnhem y Oosterbeek en Holanda durante la Operación Market Garden. En esta última etapa de la guerra, los tanques y bazucas de Sherman superaron fácilmente el diseño de guerra inicial. Aún así, el B1 todavía podría repartir un poco de potencia de fuego antipersonal y los alemanes todavía tenían 40 en servicio entrando en 1945.

Los luchadores de la resistencia francesa lograron poner sus manos en un puñado de tanques abandonados y los utilizaron en la liberación de París. Mientras que las unidades de primera línea del Ejército Francés Libre bajo DeGaulle usaban principalmente armaduras estadounidenses como los destructores de tanques M10, aún reunían 19 Char B1s que encontraron en las fábricas de Renault y los asignaban al 2º Escuadrón del 13º Regimiento de Dragones.

Los Dragoons fueron enviados para ayudar en el asedio de los últimos focos fortificados de las fuerzas alemanas en Royan y La Rochelle. Enfrentando defensas antitanque limitadas, los Caracteres Franceses Libres atacaron los fortines alemanes en Saint-George de Didonne, que se rindió en abril de 1945, y luego sitiaron a la guarnición alemana en La Rochelle. Los tanques pesados ​​franceses finalmente se retiraron en 1946.

Los dos Char B1s finales fueron modificados como dragaminas en abril de 1945. Contribuyeron a limpiar el terrible desastre de una guerra, que a pesar de su armadura impermeable anterior, no podían ganar por sí mismos.

sábado, 30 de diciembre de 2017

Rusia ayudó al diseño de los cohetes norcoreanos

Nuevos documentos sugieren que hubo colaboración rusa detrás del sorprendente avance nuclear de Corea del Norte

Una serie de archivos adquiridos de la Oficina de Diseño de Cohetes de Makeyev creada por la Unión Soviética ofrecen nuevas pistas sobre los posibles orígenes de los recientes avances técnicos del régimen comunista que inquietan al mundo
Infobae


Kim Jong-un realiza una inspección a su último misil balístico intercontinental, el Hwasong-15

El periódico estadounidense The Washington Post accedió a una serie de documentos de la Oficina de Diseño de Cohetes Makeyev que vinculan a Rusia con el repentino progreso del armamento militar de Corea del Norte en los últimos años.

La relación, sin embargo, se remonta al colapso de la Unión Soviética a principios de los años noventa.  Unos meses después de aquel hecho histórico, un grupo de inversores estadounidenses y científicos rusos llegaron a un acuerdo para comercializar la familia de misiles del arsenal ruso diseñados para ser lanzados desde submarinos.

Juntos fundaron la empresa Sea Launch Investors para realizar sus propósitos.


La Oficina de Diseño de Cohetes de Mayekev se especializaba en misiles marítimos que podían ser lanzados desde submarinos

Entonces se pusieron a la venta poderosos misiles llamados Calm y Ripple, que fueron originalmente construidos para lanzar cabezas nucleares al espacio desde una barcaza o un tubo submarino. También ofrecían un nuevo modelo llamado Surf, que se podía lanzar desde el costado de un barco y disparar directamente desde el agua.

La idea detrás del negocio, según escribió uno de sus socios a principios de 1993, era vincular a las compañías de satélites de los Estados Unidos con un importante laboratorio de armas ruso para "convertir misiles submarinos potencialmente amenazantes en pacíficos impulsores del espacio".


Los cohetes de Makeyev reflejan una impresionante similitud a los últimas armas nucleares desarrolladas por el régimen norcoreano

No obstante, como los estadounidenses enseguida enfrentaron una serie de barreras legales y burocráticas que impidieron desarrollar el emprendimiento, los rusos avanzaron las negociaciones con un nuevo socio dispuesto a pagar efectivo por la tecnología militar soviética: Corea del Norte.

Más de dos décadas después, algunos de los diseños soviéticos están reapareciendo, uno tras otro, en misiles sorprendentemente sofisticados que han desarrollado los norcoreanos en los últimos dos años.


Los documentos rusos de la Oficina de Diseño de Cohetes de Makeyev que se infiltraron a Corea del Norte

Sin ninguna otra explicación detrás del progreso sin precedentes de la capacidad militar del régimen comunista, los documentos adquiridos de la Oficina de Diseño de Cohetes Makeyev ofrecen nuevas pistas sobre los posibles orígenes de los avances técnicos manifestados en los últimos misiles del país y que a primera vista parecen haber llegado de la nada.

"La pregunta que se ha planteado desde hace mucho tiempo es: ¿Corea del Norte obtuvo esta tecnología de una venta de armas [rusa]?" preguntó David Wright, experto en misiles de la Union of Concerned Scientists (Unión de Científicos Preocupados). "¿Recibieron los planos hace años y ahora están en el punto donde pueden construir estas cosas?".


Así era los diseños de los científicos soviéticos de la Oficina de Diseño de Cohetes de Makeyev

Los documentos de la Oficina de Diseño de Cohetes Makeyev incluyen folletos de marketing para una serie de misiles soviéticos de primera línea que fueron capaces de castigar con ojivas nucleares a las ciudades estadounidenses. La evidencia de que los diseños terminaron finalmente en Corea del Norte es, en parte, circunstancial.

Por un lado, en 1993, con el proyecto ruso-estadounidense ya en marcha, más de 60 científicos de misiles rusos y familiares de la instalación de Makeyev fueron arrestados en el Aeropuerto Internacional Sheremetyevo de Moscú mientras se preparaban para viajar a Pyongyang para trabajar como consultores.

No obstante, funcionarios de inteligencia estadounidenses, rusos y surcoreanos concluyeron más tarde que algunos de los científicos lograron finalmente viajar a Corea del Norte para ofrecer planos y asesoramiento técnico para el programa de misiles del país.


Los últimos diseños nucleares de Corea del Norte tienen una clara influencia del R-27 Zyb ruso

Por otro lado, otro punto de congruencia es convincente pero meramente observacional: la similitud entre los diseños soviéticos de Makeyev y las armas norcoreanas desarrolladas en los últimos años.

En el caso más llamativo, el Hwasong-10, o Musudan, un misil de una sola etapa probado con éxito por Kim Jong-un en junio de 2016, parece utilizar el mismo motor y muchas características de diseño que el R-27 Zyb, un misil balístico de lanzamiento submarino de la Unión Soviética, diseñado por científicos de Makeyev y anunciado en uno de los folletos obtenidos por The Washignton Post.


Uno de los últimos misiles marítimos de la Armada norcoreana es muy similar al R-27 Zyb ruso que se desarrolló en la Oficina de Diseño de Cohetes de Makeyev

Según los documentos que consiguió el periódico, los fundadores estadounidenses de Sea Launch Investors vieron su proyecto conjunto con los rusos como la respuesta rentable a dos preocupaciones globales apremiantes.

Una de ellas era la escasez de capacidad de lanzamiento para una nueva generación de satélites que prestaban servicios a la industria mundial de las telecomunicaciones, por entonces en rápida expansión.

La otra preocupación era el número de científicos de armas militares que terminaron desocupados tras la caída de la URSS. ¿A qué se dedicarían los miles de físicos, químicos, microbiólogos e ingenieros que desarrollaron el inmenso arsenal de armas nucleares, químicas y biológicas del Ejército Rojo?



Documentos rusos del R-27 Zyb
Los estadounidenses que fundaron Sea Launch Investors en 1992 creían que su proyecto podría ayudar a prevenir la fuga de talento de expertos rusos en armas a terroristas y estados rebeldes. "No solo ayudamos a los rusos a pagar sus cuentas y a estabilizar su país mostrándoles cómo funciona el sistema de libre empresa", "sino que también ayudamos a aquellos estadounidenses que buscan una forma económica de poner satélites en órbita",escribió John E. Draim, piloto e ingeniero naval, en el plan de negocios de la compañía en 1993″.

Debido a regulaciones gubernamentales y a las limitaciones impuestas por el Tratado sobre Misiles Antibalísticos, el proyecto fue interrumpido desde sus comienzos y finalmente terminado en 1995.


Secuencia de disparo del Hwasong-15 norcoreano capaz de alcanzar todo el territorio de los Estados Unidos

Para entonces, algunos de los dibujos y planos de Makeyev aparentemente fueron filtrados a otros países. Los científicos rusos detenidos en el aeropuerto de Moscú en agosto de 1993 reconocieron a los investigadores que habían sido reclutados por Corea del Norte para desarrollar cohetes que supuestamente serían utilizados como impulsores espaciales de satélites.

Con la reciente prueba exitosa del primer misil balístico intercontinental capaz de alcanzar todo el territorio de los Estados Unidos, es evidente que los verdaderos propósitos del régimen era desarrollar un arma nuclear capaz de bombardear al mundo.

viernes, 29 de diciembre de 2017

Munición: ¿Cuando se justifica la munición sin casquillo?

La Justificación de la Munición Embutida Sin Vaina [Caseless Telescoped Ammunition]


Sin embargo, la inercia institucional supone un obstáculo para la adopción de cartuchos más ligeros



Charlie Gao - War is Boring


Últimamente se le ha prestado mucha atención al estado del arsenal militar estadounidense de armas portátiles. Tras el anuncio y posterior cancelación del proyecto 7.62 Interim Combat Service Rifle [Fusil Reglamentario de Combate Provisional 7’62] del Ejército de Tierra estadounidense, muchos se quedaron con la pregunta de cuál era el verdadero plan del Ejército de Tierra estadounidense respecto a un futuro fusil reglamentario.

Una posible respuesta fue la presentada por Textron en la reunión anual de 2017 de la Asociación del Ejército de Tierra Estadounidense [Association of the United States Army (AUSA)] ─utilizar la tecnología Cased Telescoped Ammunition [munición embutida en la vaina], o CTA, en las armas portátiles.

A diferencia del uso de la CTA con cañones automáticos en vehículos, la CTA con armas portátiles es un avance bastante reciente. Si bien algunos diseños más antiguos de cartuchos podrían considerarse técnicamente CTA, estos primeros diseños no incluían muchos de los beneficios que aporta la tecnología moderna de CTA.

Durante la Guerra Fría, el desarrollo de armas portátiles se centró principalmente en la munición sin vaina [caseless ammunition]. Esto llevó finalmente al desarrollo del H&K G11, un fusil que utilizaba munición embutida sin vaina [Caseless Telescoped Ammunition].

El G11 se presentó al programa Advanced Combat Rifle [Fusil Avanzado de Combate] del Ejército de Tierra estadounidense y fue aceptado para su entrada en servicio en la Bundeswehr. Sin embargo, el G11 cayó víctima de los recortes presupuestarios tras la reunificación de Alemania, y desde entonces los militares no han realizado demasiados intentos hacia la munición sin vaina.


Cartucho sin vaina de 4’73 × 33 milímetros para el fusil G11. Foto de Wikimedia

Entra en escena el programa Lightweight Small Arms Technologies [Tecnologías de Armas Portátiles Ligeras], o LSAT.

Al principio, el LSAT era solo un intento para desarrollar armas portátiles más ligeras. Con el tiempo, por los conflictos con el programa XM8, el alcance del programa LSAT se limitó a ametralladoras ligeras. Aunque durante un tiempo el programa LSAT intentó utilizar la tecnología de munición sin vaina para lograr este objetivo, al final abandonaron el uso de CTA.

El programa LSAT ─que se centró en el calibre 5’56─ se convirtió entonces en el programa Cased Telescoped Small Arms Systems (CTSAS) [Sistemas de Armas Portátiles de Munición Embutida en la Vaina] en 2016. Esto amplió además el alcance del proyecto para incluir otros calibres.

Actualmente, el programa CTSAS, dirigido por Textron, ha desarrollado con éxito una línea de CTA eslabonada con vaina de polímero, junto con una serie de ametralladoras alimentadas por cinta y carabinas alimentadas por cargador que disparan esta munición. La munición se encuentra en el nivel 7 de preparación tecnológica, lo que significa que ha superado varias pruebas de resistencia y durabilidad ambiental.

Entonces, ¿qué beneficios aporta la CTA a las armas portátiles? El principal punto a favor de la CTA del programa CTSAS consiste en, en virtud de su propio nombre, una reducción del peso del 41 por ciento y una reducción del volumen del 12 por ciento respecto a la munición convencional.


Ametralladora ligera con munición sin vaina del programa LSAT. Foto del Ejército de Tierra estadounidense

El propio diseño de ametralladora del programa CTSAS también pesa menos ─6’5 kg. de peso el modelo en calibre 7’62 mm., mucho menos que los 10 kg. de la M240L, la actual ametralladora 7’62 mm. del Ejército de Tierra estadounidense, y que los 8 kg. de la PKP Pecheneg, la actual ametralladora calibre 7’62 mm. de los militares rusos─.

Esta ametralladora ha reducido además el riesgo de autoencendido [cookoff], dado que la recámara está separada del cañón.

Asimismo, los cartuchos de CTA del programa CTSAS utilizan propelente compactado, que presenta mejores características de combustión y ocupa menos volumen de vaina respecto al propelente tradicional en grano. Otros cartuchos de CTA, incluidos los utilizados en el cañón CT40, utilizan propelente en grano.

El diseño del cartucho incorpora además un tapón en su extremo que hace que el cartucho se alinee con el cañón. Esto mitiga el potencial problema de que el cartucho «martillee» contra el cañón y su estriado, y provoque un desgaste excesivo del ánima.

Teóricamente otra de las ventajas de la CTA con vaina de polímero es la reducción del coste por cartucho, debido a la menor cantidad de materia prima y energía necesaria para fabricar cada cartucho. No obstante, esto aún está por ver, según vaya la economía de escala.


Un soldado del Ejército de Tierra estadounidense dispara con una ametralladora M249 en Camp Ripley, Minnesota (EE.UU.). Foto del Ejército de Tierra estadounidense

El cartucho CTA y el diseño de ametralladora ligera LMG han demostrado ser muy versátiles, con versiones en calibre 5’56 y 7’62 milímetros de la ametralladora CTSAS y la munición CTA en fase de fabricación y pruebas. La CTA se ha fabricado en un nuevo calibre 6’5, que se supone que tiene una balística superior a los calibres actuales.

El principal problema que impide la adopción generalizada de la tecnología de armas portátiles CTSAS es la inercia sistémica. Dado lo difícil que resulta para las Fuerzas Armadas estadounidenses estandarizar un simple cargador de fusil, la posibilidad de cambiarlo todo drásticamente ─armas, munición eslabonada y munición─ es sumamente desalentadora. Se trata de un coste evidente que es poco probable que las Fuerzas Armadas estadounidenses estén dispuestas a asumir en este momento, por lo limitado de los beneficios que aporta la tecnología CTSAS.

Además, la tecnología CTSAS «rompe las reglas» en cuanto a la idea tradicional que se tiene sobre armas portátiles. Las primeras versiones de la carabina CTSAS que se alimentaban de un cargador no se podían recargar hasta vaciar el cargador. Lo cierto es que la forma ideal de alimentar cualquier arma CTSAS es con munición eslabonada.

Sin embargo, la idea de dotar a cada soldado con un fusil alimentado por cinta es un plato difícil de digerir para algunos, que asumen que siempre se tardará más en recargar un arma alimentada por cinta que un arma alimentada por cargador. El CTSAS no está del todo maduro en su versión carabina, que aún pesa más que la carabina M4 actualmente reglamentaria.

En general, la CTA para armas portátiles es una tecnología prometedora que podría reducir significativamente el peso con el que carga un soldado en combate, al tiempo que proporciona otros beneficios menores. Sin embargo, no está claro si esto constituye una mejora suficiente para que los militares estadounidenses la adopten.