martes, 7 de mayo de 2019

Usos raros de gallinas y pavos en la guerra

Pollos y gallinas en tiempos de guerra: dos ideas que parecía buenas pero que no acabaron de cuajar


De las intrigas de la Alemania de la Guerra Fría a la Primera Guerra del Golfo 




Javier Sanz | El Economista


El 2 de agosto de 1990 las tropas de élite de la Guardia Republicana de Irak invadían Kuwait. Una operación relámpago que pilló por sorpresa a la comunidad internacional. Se bien Irak venía sosteniendo una postura crítica respecto al aumento de la producción petrolífera kuwaití, que mantenía los precios bajos, e incluso acusándolo de robar sus propios yacimientos con la perforación inclinada, nadie pensó que Saddam Hussein llegaría a ese punto. Puede que también tuviese algo que ver la deuda que Irak tenía con sus vecinos por la financiación de la guerra Irak-Irán y, emulando lo que hizo Felipe IV de Francia con los Templarios, decidiera eliminar a su acreedor.

Pocas horas después de la invasión, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 660, que condenaba la invasión y exigía la retirada de las tropas iraquíes. Se trató de que fuese la vía diplomática la que resolviese aquel conflicto, pero ante la negativa de Irak, la ONU aprobó la Resolución 678 dando a Irak de plazo hasta el 15 de enero de 1991 para retirarse de Kuwait. En caso contrario, se autorizaba el uso de la fuerza.

Irak hizo caso omiso y EEUU, junto a una coalición de fuerzas compuesta por 34 países, inició los bombardeos de la "Operación Tormenta del Desierto" el 17 de enero de 1991. Desde Arabia Saudí y desde los portaaviones del golfo Pérsico se inició una gran ofensiva aérea para despejar el terreno a las fuerzas terrestres, pero uno de los temores de los aliados era que Saddam Hussein diese la orden de utilizar armas químicas como ya había hecho contra los kurdos o en la guerra contra Irán. Asimismo, el denso y negro humo producido por la quema de los pozos petrolíferos era un problema añadido, ya que podía enmascarar la presencia de agentes químicos.

Así las cosas, y a pesar de contar con la tecnología más avanzada, el ejército de estadounidense utilizó un remedio casero para la detección de agentes químicos: la Kuwaiti Field Chicken o KFC, que casualmente coindice con acrónimo de Kentucky Fried Chicken, la franquicia de restaurantes de comida rápida especializada en pollo frito.

¿Y en qué consistió esta operación? Pues en dotar los vehículos Humvee con pollos a modo de "dispositivos de confirmación de gases tóxicos o agentes químicos", de igual modo que se hacía con los canarios en las minas para detectar los escapes de grisú. Lógicamente, las pobres aves iban a pagar con su vida cada aviso.

La idea de utilizar pollos la tuvo el suboficial Stacy Jeambert por considerarlos más resistentes y más dóciles que los canarios. El caso es que al poco tiempo hubo que descartar su uso porque 41 de los 43 pollos que viajaron hasta Oriente Medio fallecieron en extrañas circunstancias durante la primera semana. Ninguno por ataques con armas químicas.

Y si hablamos de pollos detectores, años antes y en plena Guerra Fría, tenemos a otras sufridas aves que iban ser sacrificadas por la patria: las gallinas cluecas. La Agencia de Investigación de Defensa británica desarrolló el Proyect Blue Peacock o Proyecto Pavo Real para defender a la Alemania Federal de una posible invasión soviética desde Alemania Oriental. El proyecto en cuestión planeaba sembrar de minas terrestres nucleares la frontera entre ambos países que, en caso de invasión, se detonarían mediante un cable a distancia de cinco kilómetros o por un temporizador que podía permanecer activo durante una semana -mejor estar a cierta distancia al detonarse un artefacto nuclear-.

Pero aquel muro defensivo nuclear tenía un problema: para mantener las minas operativas, que estaban encapsuladas en una gran cuba de acero, se requería una fuente de calor que impidiese que los detonadores del exterior de la cápsula se congelasen durante el crudo invierno. Y por muchas vueltas que los científicos le daban al asunto no encontraban la solución, hasta que a algún "cabeza pensante" se le ocurrió la idea de las gallinas, concretamente las cluecas que incuban los huevos en el nido tengan o no tengan.

La idea era meter gallinas cluecas con agua y comida suficiente para esos siete días y que fuesen ellas las encargadas de "incubar" los detonadores para darles calor y que no se congelasen. Al final, el Ministerio de Defensa británico canceló el proyecto por la radiación que provocaría una explosión nuclear que, además, afectaría a las dos Alemanias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario