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viernes, 13 de abril de 2018

Guerra del Chaco: La sorpresa del mortero

El mortero Stokes Brandt de 81 mm: Sorpresa táctica en el Chaco 
por Rafael Mariotti 

El mortero de 81 mm Stokes Brandt Modelle 1927/31 fue un diseño clásico que fue copiado o fabricado bajo licencia por casi todos los ejércitos europeos, y aun hoy en día sigue siendo el modelo clásico de mortero. 
Al producirse el armisticio de Noviembre 1918, que puso fin a la Primera Guerra Mundial, Francia intentó contener a Alemania y a la URSS desarrollando una serie de alianzas con los países sucesores del ex-Imperio Austro-Húngaro (Checoslovaquia, Polonia, Yugoslavia). De sus enormes depósitos de material, de guerra, Francia cedió varios centenares de piezas de artillería de calibre 75 hasta el 220 mm a Polonia, 120 tanques Renault FT 17, centenares de aviones de combate y envió una misión militar a reorganizar el ejército polaco. Mientras las fuerza principales del ejército rojo se debatían en ardua guerra civil contra los Rusos Blancos, en 1919 el general polaco Josef Piłsudski creó llegada su hora y lanzó sus tropas sobre la Ucrania Occidental, territorio una vez anexado al Imperio Polaco, y siempre codiciado por Polonia (Ver Causas...). Previamente, nacionalistas ucranianos intentaron establecer una república independiente, intento frustrado que sucumbió bajo las botas del ejército rojo: los bolcheviques. Pero a fines de 1919 el péndulo de la guerra comenzaba a rotar en dirección contraria: los bolcheviques consolidaron sus fuerzas e infringieron una serie de derrotas a los Rusos Blancos. 




Morteristas paraguayos disparando en el sector de Ballivián (1934) 

A comienzos de 1920, el Ejército Rojo bajo el general Mikhail Tukhachevski lanzó un contraataque en fuerza, derrotando a las fuerzas polacas, y penetrando en la Ucrania Occidental. El avance soviético continúo, irresistiblemente, adentrándose profundamente en territorio polaco. En Agosto de 1920, las fuerzas soviéticas se hallaban en la rivera oriental del Río Vístula, al otro lado de Varsovia, y aproximándose a la fortaleza de Modlin. Todo parecía perdido, hasta que el 16 de Agosto tropas polacas bajo el mando del general Józef Piłsudski contraatacaron en dirección sur, forzando a los rojos a retirarse, desorganizados, hacia el Este, al otro lado del Río Niemen. Este fue el "Milagro sobre el Vistula" (Ver Las acciones militares...). 

Los Bolcheviques perdieron algo mas de 10.000 muertos, 500 desaparecidos,y 66.000 prisioneros. Las pérdidas polacas incluyeron 10.000 desaparecidos, 4.500 muertos y 22.000 heridos. Esta inesperada reacción polaca no solo puso fin a la guerra con la URSS, sino que solidificó sus fronteras en el Este, y seamos justos, salvó al resto de Europa de una invasión comunista. 

Nuevas armas en el Frente Ruso Polaco 
Dada las fluidas condiciones del frente ruso-polaco, en los ataques y contraataques que tomaron lugar en el Vistula, los polacos emplearon una cantidad de tanques Renault FT 17 y carros armados improvisados en base a chasis de automóviles Ford T, armados con un ametralladoras Maxim, pero la sorpresa táctica la constituyeron los morteros de 58 mm mod. 2 franceses, que juntos a los "mortier de 75mm T Schneider Mle 1915 " y el mortier de 81mm Stokes Mle1918 tomaron a los soviéticos por sorpresa. Hábilmente dirigidos, causaron muchas bajas en momentos decisivos de la batalla. 

El mortero Stokes Brandt en la Guerra del Chaco
 
En 1929, el Paraguay adquirió 24 morteros Stokes Brandt mod. 1927, según documentos de los archivos de Washington a sugerencia de la Misión Militar Francesa. De esta manera el ejército paraguayo fue el primero en América del Sur en adoptar este arma de infantería. Su efectividad sería puesta de manifiesto al estallar la guerra del Chaco. 


Boquerón: Primera Ofensiva paraguaya 
En Marzo de 1931, Belaieff, general ruso blanco al servicio del ejército paraguayo y un pequeño destacamento descubrieron un lago de 5 km de largo por dos de ancho en medio de una zona desértica. Este lago era fuente de un elemento sumamente escaso y vital en el Chaco: el agua potable. En Julio de 1931, ejército paraguayo estableció el Fortín Carlos Solano López. en la margen occidental del lago. El 3 de Mayo de 1932, el Estado Mayor boliviano ordenó a la 4ta División del ejército que confiara el área de ocupar del Lago Pitiantuta. El 15 de Mayo, mientras preparaban el desayuno, los integrantes de la diminuta guarnición paraguaya (seis hombres) advirtieron la presencia de numerosas tropas bolivianas y se dieron a la fuga. El ejército paraguayo replicó enviando al batallón Palacios del Regimiento No.2 de infantería "Itororo", equipado con un mortero de 81 mm a recapturar Pitiantuta. El 15 de Julio, el capitán Palacios y los 385 hombres el batallón Palacios atacaron a las tropas andinas. El 16 entró en acción el mortero de 81 mm, y las tropas bolivianas, sin mayor experiencia en su mayoría, confundieron a los morteros por artillería de largo alcance, dado la trayectoria de los proyectiles. Desmoralizados, los bolivianos se dispersaron. El jefe boliviano, Moscoso optó por abandonar el fortín. 

El mortero Stokes-Brandt de 81 mm 
El concepto de mortero: aquel de una pieza de artilleria de corto y grueso cañón, capaz de disparar indirectamente al objetivo, haciendo blanco por elevación, es tan antiguo como la artilleria misma. Ya se utilizaron morteros durante la guerra de la Triple Alianza, tanto de parte de los aliados como de los paraguayos. 
Figura izquierda: Mortero Brandt modelo 1927/31. Sus partes son: (a)- Boca de fuego(81 mm), (b)- Miras, (c)- Perilla para puntería derecha-izquierda, (d)- Manivela para elevación, (e)-Tubo, (f)- patas en bípode, (g)- Placa base, (h)- Tapaboca 



Calibre: 81,4 mm 
Elevación: 45° a 90° 
Peso: 60 kg 
Munición: 3,3 kg granada explosiva 
Alcance: 3000 m con granada explosiva 
Alcance efectivo: 2000 m con granada explosiva 
Velocidad de fuego (práctica): 15-18 disparos/minuto 
Dotación: Comandante + 4 artilleros 

El mortero, tal como conocemos hoy al arma liviana de apoyo a la infantería, llamado también lanzaminas ligero, fue una invención del británico Sir Wilfred Stokes quien construyó el primer prototipo en 1915. Fué aceptado para su utilización en la guerra de trincheras durante el conflicto mundial de 1914-1918, donde se comprobó su eficacia frente a otros modelos del mismo tipo de arma. Francia, aliada de Gran Bretaña, compró 3000 unidades durante la guerra. Los galos, no quedaron satisfechos con el tipo de munición que disparaba la pieza, y hacia finales de la década del 20, el ingeniero Edgar Brandt le incorporó importantes modificaciones que culminaron en el “Mortier Brandt de 81 mm Modele 27/31” con el cual ganaron el mercado para este tipo de armas, porque fue comprado, construido bajo licencia y copiado casi por cada ejército de Europa y algunos otros países (entre ellos Paraguay). 


Granada de mortero 

La granada de mortero pesaba 3,3 kilos y al estallar esparcía unas 200 esquirlas que destruían un nido de ametralladoras y a sus sirvientes. Las aletas le permitían caer de punta sobre el objetivo para estallar con el choque de la espoleta de impacto. El cartucho de cola y los otros adicionales le permitían aumentar la velocidad de salida para incrementar su alcance. 

Los lanzaminas livianos (morteros) ya figuraban en el plan de rearme diseñado por el Gral. Manlio Schenoni en 1925. Cuando visitó la fábrica francesa Brandt le informaron que estaba por salir el modelo 1927/31; justo en ese momento fué requerido de urgencia en Asunción para atender la delicada situación con Bolivia. En la fábrica le dijeron que viajase tranquilo, que enviarían una muestra del arma a Paraguay para hacer las pruebas de satisfacción. Así fué que en junio de 1929 (4 meses después que Schenoni dejara Europa) arribaba a Asunción un oficial retirado del ejército francés con un modelo del mortero y varios proyectiles. Las pruebas fueron hechas en Campo Grande donde un pequeño rancho deshabitado fué incendiado de un certero disparo a una distancia de 1000 metros. A pesar de esto, muchos militares eran escépticos respecto a la utilidad del mortero. La misma misión militar francesa en Paraguay no se ponía de acuerdo, aunque no rechazaban de plano el arma, tampoco eran partidarios de su adopción: sólo uno de los 5 militares franceses era ferviente partidario del mortero: el comandante Langlois de la artillería, que había servido en la Primera Guerra Mundial y había comprobado la eficacia del arma. Este militar permaneció en Paraguay después que los demás oficiales franceses se retiraron por término de misión, para seguir entrenando a los artilleros paraguayos. 
La adquisición de los morteros se debió a una genial corazonada del Presidente Dr. José P. Guggiari, quién tomó la decisión de comprar dichas armas a pesar de la disparidad de opiniones de los “profesionales”. 

Y bien se sabe cuán importantes y útiles resultaron estas armas. El proyectil explosivo de mortero cae en forma casi vertical sobre el objetivo, y al estallar esparce las esquirlas en un amplio radio, siendo el arma ideal para batir nidos de ametralladoras. 
La huida de las tropas del mayor Oscar Moscoso en la Laguna Pitiantuta en Junio de 1932 se debió a la acción de estas armas. Los bolivianos, al no oír el estampido del disparo del mortero, y “sentir” la caída de las granadas, pensaron que los paraguayos estaban utilizando artillería de largo alcance, y por lo tanto el ejército entero debía estar cerca. Esto les decidió a abandonar precipitadamente el fortín Mariscal Santa Cruz en la margen occidental de la laguna. 
En Boquerón, el 70 % de las bajas bolivianas en el interior del fortín se debieron a granadas de morteros. 
Los paraguayos empezaron la guerra con 24 morteros (que costaron 67.000 U$ -incluidos 2.400 proyectiles- precio muy inferior a los 659.700 dólares que salieron las 32 piezas de artillería Schneider), y en el curso de la guerra compraron 12 armas más. Incluso se construyeron algunos en los Arsenales (12). Los bolivianos, quienes sintieron directamente los efectos del Stokes-brandt los adquirieron también, utilizándolos por primera vez la 8° división boliviana en el ataque al fortín Fernández el 18 de mayo de 1933. A finales de la guerra habían comprado 180 morteros de varios calibres (de los cuales 96 cayeron en poder de los paraguayos). 


Mortero siendo empleado bolivianos durante la campana del Chaco Boreal. 

La carga impulsora del mortero de 81 mm produce un ligero estallido, algo así como el de una escopeta, por lo que pasaba desapercibido entre los disparos de fusilería. Arma sumamente móvil, con la que una dotación medianamente adiestrada puede hacer varios disparos antes de cambiar de posición. En zonas selváticas probó ser mas efectivo un mortero que la artillería convencional o los cañones sin retroceso. 

domingo, 14 de agosto de 2016

Ejércitos: Historia, ORBAT y equipo del Ejército de Paraguay



EJÉRCITO DEL PARAGUAY




ORBAT
 
Distribución de las Divisiones del Ejército Paraguayo. Estas unidades son en realidad algo más que batallones reforzados. En tiempos de guerra las divisiones se reforzarían hasta completar tres regimientos con tres batallones cada uno por división, aunque no parece existir ningún sistema eficaz de movilización para que ello pueda ocurrir. Además de las unidades de maniobra, algunas divisiones disponen Destacamentos Militares para la vigilancia de fronteras. El Ejército Paraguayo es probablemente el peor preparado de América latina, aunque el soldado paraguayo ha demostrado a lo largo de la historia que combate con bravura y decisión. 

I CUERPO DE EJERCITO 
3 División de Infantería 3 
4 División de Infantería 4 
C División de Caballería 3 

II CUERPO DE EJERCITO 
1 División de Infantería 1 
2 División de Infantería 2 
B División de Caballería 2 

III CUERPO DE EJERCITO 
5 División de Infantería 5 
6 División de Infantería 6 
A División de Caballería 1 (ubicación aproximada) 
Comando de Artillería


Historia
El ejército paraguayo antes de la Independencia
El Paraguay fue considerado históricamente como una "provincia rebelde". Fue protagonista del primer movimiento libertador de América, conocidas como "Revoluciones Comuneras", cuyos líderes, José de Antequera y Castro, y Mómpox fueron ajusticiados. Estas rebeliones fueron siempre controladas por el poder real, generalmente con el envío de tropas desde el Perú y el Alto Perú a fin de calmar los ánimos entre los pobladores, quienes se rebelaban cansados por los abusos cometidos por las autoridades y las trabas comerciales impuestas a los paraguayos con el cobro excesivo de tributos en los "puertos precisos". 

En 1790, el Gobernador Joaquín de Alós y Bru organizó las milicias en cuatro Regimientos: Regimiento de Dragones de Quyquyó, Regimiento de Dragones del Tapuá; Regimiento de Dragones de la Ciudad de Asunción y Regimiento de Dragones de Caballería. Aparentemente consideró el Gobernador que esta organización no era suficiente y decide crear una serie de fuertes sobre el Río Paraguay hasta Coimbra, que se materializaría en épocas del Dr. Francia ya en el Paraguay independiente. 

Durante las "Invasiones inglesas al Río de la Plata", la Gobernación del Paraguay envió un batallón de soldados que portaban distintivos tricolores (rojo – blanco - azul) para diferenciarlos del resto de las fuerzas de la colonia, a fin de expulsar a los invasores ingleses de Buenos Aires y Montevideo en 1805 y 1806. Sin embargo, y como fuerza defensiva autónoma, la historia del ejército paraguayo se remonta a un año antes de su independencia de España, cuando meses después de la Revolución de Mayo (que daría inicio a la Independencia Argentina), la junta de gobierno de Buenos Aires encomendó al entonces coronel Manuel Belgrano, ir con 950 hombres y 6 cañones, al Paraguay para que el gobierno en Asunción reconozca la autoridad de la Primera Junta de Gobierno. Belgrano estaba autorizado a utilizar la fuerza a fin de doblegar al Gobierno de Asunción y someterlo bajo su dominio. 

El ejército de Paraguay derrota a las topas argentinas comandadas por Belgrano en las batallas de Tacuarí y Paraguarí, a escasos kilómetros de Asunción, cuando el entonces gobernador del Paraguay, Bernardo de Velazco ya había emprendido retirada. Esta crucial victoria conseguida por los soldados paraguayos, dirigidos por jefes militares paraguayos, creó la confianza necesaria para emanciparse el 14 y 15 de mayo de 1811 de la Madre Patria.



Primera época independiente, el Dr. Francia 
Durante un corto período de alternancia en el Gobierno, el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia asume definitivamente el poder del país con el título de "Supremo Dictador Perpetuo de la República del Paraguay", hasta su muerte acaecida en 1840. Durante su gobierno, caracterizado por el férreo manejo de las finanzas, el cierre de las fronteras, la creación de las "Estancias de la Patria" y una serie de medidas de orden militar tendientes a preservar la independencia nacional figuran: 

- La modernización del "Fuerte Borbón", convertido en "Fuerte Olimpo" -luego de la Independencia- y del "Fuerte de San Carlos del Apa", a fin de contener el avance luso-brasileño desde la Provincia del Mato Grosso y los ataques de los indios mbayáes y guaicurúes -históricos enemigos de los paraguayos y armados por los portugueses-, que cometían incursiones bárbaras ocasionando destrozos y secuestros en la población civil de la Villa Real de la Concepción y otras localidades del norte de Asunción. 

- La construcción de "La Fortaleza de San José" es sin discusión la más portentosa de las construcciones de ingeniería militar, única por sus inauditas dimensiones en toda la América del Sur de la primera mitad del siglo XIX. El proyecto de su erección se concibió al cese de las hostilidades del Brasil y Buenos Aires, en la Banda Oriental, que hizo propicia la invasión del Paraguay hasta ofrecer en ciertos momentos indicios de inminencia. De doscientos cincuenta hombres en un comienzo, el número de trabajadores se elevó a veinticinco mil, en 1838. Era conocida como "Trinchera de San José" o "Trinchera de los Paraguayos". 

- Luego de administrar la justicia y la policía, el Dr. Francia pasó a organizar las fuerzas militares. La fuerza armada se componía de cinco mil hombres de tropas de línea, y de cerca de veinte mil de milicias. En tiempo del gobierno español no había más que milicias y aún estaban muy mal organizadas, que podía mirárselas como nula. Sólo después de la Revolución es cuando el Paraguay ha visto formarse su estado militar; y este debe todo su desarrollo al dictador. La tropa de línea se consistía esencialmente en caballería y eran: húsares, cazadores, lanceros, granadeoros a caballo y dragones, y todos hacían igualmente el servicio a pie como infantes. Los hombres que hacían parte de la tropa de línea debían ser de casta blanca; sin embargo, en 1824, se hizo una leva de seiscientos mulatos, que formaba el cuerpo de lanceros, mandado por blancos. Todos los paraguayos entraban al servicio como simples soldados, y el Dictador no los nombraba oficiales sino al cabo de muchos años de servicio, y después de haber pasado por todos los grados anteriores.



Presidencia de Don Carlos Antonio López
Ante dos vecinos antagónicos como Argentina y Brasil, el Paraguay tuvo a su vez que preparase para la invasión de cualquiera de estos países. Don Carlos Antonio López, hombre de estado, abrió las puertas del Paraguay al comercio internacional y a la diplomacia, fortaleciendo los lazos con sus vecinos, con los países europeos y con los Estados Unidos, prefirió la pluma a la espada, aunque no desatendió el entrenamiento de las tropas y su preparación ante un posible conflicto bélico por los problemas fronterizos, sobre todo con el Brasil.



Presidencia del Mcal. Francisco Solano López 
Años antes de asumir como presidente, en 1853 viajó a Europa con rango diplomático, donde permaneció durante 18 meses recorriendo Francia, Italia, España e Inglaterra, a su regreso de Europa reasumió la cartera de Guerra y Marina . 

Durante su gobierno, el ejército adquirió un poder inmenso, aumentando sus efectivos a 28.000.- hombres y teniendo una línea telegráfica de Asunción a Paso de Patria, sobre una distancia de 260 millas, para mejorar el control de la Defensa nacional. Sus propios hijos, a su corta edad, contaban con jerarquía militar: Juan Francisco, a los 15 años fue Coronel; Enrique, a los 11, Teniente, y Leopoldo, a los 7, Sargento. Todo el pueblo fue instruido militarmente en campamentos castrenses como Cerro León o Encarnación. 

La modernización del ejército se amplió a todos los campos, y el gobierno de Francisco Solano López, construyó el primer horno siderúrgico de fundición de hierro de América del Sur en "La Rosada", así como el primer arsenal de construcciones navales, los barcos construidos en esos astilleron van hasta Hamburgo, Londres, Burdeos, Lisboa, Vigo, Cádiz. 

Durante su corto mandato, se vivió la mayor tragedia histórica del Paraguay, la Guerra de la Triple Alianza, en la que el Paraguay empezó con el siguiente contingente: 

INFANTERÍA: la mayor unidad era el batallón, que se componía de seis compañías con un efectivo de 100 a 110 hombres cada una. 



CABALLERÍA: constituida por regimientos compuestos de cuatro escuadrones con un efectivo de 100 a 120 hombres cada uno. 




ARTILLERÍA: organizada en regimientos de cuatro a seis escuadrones o baterías, y cada uno de éstos contaban con 90 a 100 hombres. También disponía de batallones de artillería pesada. 

ARMAMENTOS: la Infantería contaba con fusil de chispa, la Caballería, dotada de algunos regimientos con carabina lisa de chispa y otros tan solos de sable o lanza. La Artillería, era de sistema de avancarga con cañones de ánima lisa y el calibre variaba entre seis a quince centímetros. Los proyectiles eran balas esféricas y tarros de metralla. La Ingeniería contaba con dos compañías de bogavantes con la misión de construir y conducir canoas. 

FUERZAS NAVALES: tenía una estructura naval de 15 vapores armados. Eran barcos mercantes artillados y solo el “Tacuarí”, podría ser considerado como barco de guerra. 

En los inicios de la "Triple Alianza", el Gral. Bartolomé Mitre había aseverado: "En 24 horas estaremos en los cuarteles, en quince días en campaña y en tres meses en Asunción”, nada más errado, la guerra sería la más sangrienta de la historia sudamericana, y duraría nada menos que de 1864 a 1870, y aunque el ejército aliado ocupó Asunción el 1º de enero de 1869, cuando se produjo el "Saqueo de Asunción", la guerra sólo acabó con la muerte del Mcal. Francisco Solano López en la Batalla de Cerro Corá, en los confines del Paraguay. 

Sin dudas, la batalla insignia del Ejército Paraguayo es la de Curupayty, librada el 22 de septiembre de 1866. 

López ordenó la inmediata fortificación de la zona, obra que concluyó el 21 de setiembre con el trabajo de toda la guarnición, compuesta de 5.000 hombres. El informe de la obra concluida de parte del General Diaz, recibió el Mariscal López ése mismo día e inmediatamente ordenó al ingeniero Thompson para que inspeccionara la fortificación y elevara un informe técnico sobre la misma. El comisionado concluyó que la obra era fortísima y que podría ser defendida con ventaja. 

La posición fue artillada con 49 cañones más 13 piezas que fueron ubicadas sobre la costa del río, y otras dos en el ángulo de la trinchera, en su flanco derecho. Curupayty estaba defendida por las tres armas con un total de 5.000 hombres. 

El 17 de setiembre era la fecha previamente fijada para el ataque enemigo, pero debido a inclemencias del tiempo fue pospuesta para el día 22 de setiembre a las 7.00. 

Los atacantes se preparaban con una fuerza de más de 20.000 hombres al mando del General Mitre, Comandante de las Fuerzas Aliadas. Pasadas las 7.00 del día señalado se movió la escuadra brasileña con sus 22 barcos y 101 piezas de artillería, iniciando su acción con un intenso bombardeo, desde una distancia que no era alcanzada por los cañones paraguayos. Poco después de haberse iniciado el bombardeo, la artillería terrestre aliada iniciaba un intenso cañoneo sobre los puestos avanzado de la trinchera paraguaya, después de soportar el fuego de ambas artillerías, durante 4 horas, sus ocupantes se replegaron a la posición principal. Después del medio día, el Almirante Tamandaré informaba a las fuerzas terrestres que la misión estaba cumplida, interrumpiéndose el fuego de la escuadra hacia el frente de Curupayty, para concentrarlo sobre las baterías ubicadas sobre el río. 

El esfuerzo principal del ataque llevaban las dos columnas del centro que sufrieron el fuego de la artillería paraguaya desde que se pusieron en movimiento que además debían soportar los inconvenientes ocasionados por el terreno cubierto de agua, y a pesar de todo se dispusieron para lanzarse al asalto sobre las posiciones, consiguiendo alcanzar la línea principal de resistencia, pereciendo todos los que hasta allí llegaban. La batalla terminó a las 16 horas con rotundo éxito para las fuerzas paraguayas. 

Después de esa memorable batalla y algunas victorias aisladas, el ejército sería sistemáticamente diezmado hasta caer finalmente con su Mariscal en la Batalla de Cerro Corá, el 1º de marzo de 1870 con la muerte de éste y el fin de la guerra. 

Aunque los historiadores e investigadores no se han puesto de acuerdo acerca de las bajas paraguayas, nadie discute que se vio reducida como mínimo en un 50%, afectando a por lo menos el 90% de la población masculina. La catástrofe demográfica no tiene símil en la historia universal. El Paraguay se quedaba sin hombres, y sólo con "Las Residentas" para trabajar la tierra devastada. El presidente argentino en la postguerra, Domingo Faustino Sarmiento aseveró: "La Guerra del Paraguay concluye por la simple razón de que matamos a todos los paraguayos mayores de diez años" - Mayo de 1869"



El ejército paraguayo antes de la Guerra del Chaco y durante la presidencia de Eusebio Ayala 
Durante su mandato se desató la "Guerra del Chaco", la primera guerra moderna en la historia de Latinoamérica; el enorme despliegue de material bélico y municiones no tiene comparación con ningún otro conflicto en la región a lo largo del siglo, ni siquiera la guerra de Malvinas. Durante tres años, 250.000 soldados bolivianos y 150.000 paraguayos se enfrentaron en los cañadones chaqueños. 

El Paraguay no estaba preparado para la guerra, todo lo contrario, estaba sumido en una crisis económica, política y social que no lo dejaban despegar. Apenas empezaba a reorganizarse el sistema defensivo nacional. En 1926, el Estado Mayor Paraguayo aconsejó al gobierno en 1927 la compra de dos barcos de guerra para asegurar el dominio de las arterias fluviales, por lo que se resolvió la adquisición de dos cañoneros por Decreto PE No 26.603 del 21.11.1927. Los mismos fueron construidos por SA Cantieri Navali Odero, de Génova, Italia; completados en 1930 y entregados en mayo de 1931 en Buenos Aires. Se bautizaron Paraguay (C1) y Humaitá (C2); y la Aviación Naval Paraguaya también fue creada en 1927, como el Servicio Aeronáutico de la Marina, con ayuda de la Misión Militar Francesa. Inicialmente tuvo un CANT-10 y un SIAI S59bis, seguido en 1929 por dos Macchi M18, además de compartir los entrenadores Morane-Saulnier MS139 con el ejército. 

La Aviación Naval Paraguaya tuvo una distinguida historia en la Guerra del Chaco, durante la cual hizo el primer bombardeo aéreo nocturno de Latinoamérica con un Macchi M.18 (R5) contra posiciones bolivianas. Fue el 22 de diciembre de 1934. 

El conflicto con Bolivia por la posesión del Chaco obligó a organizar en el Paraguay unas auténticas Fuerzas Armadas que, salvo los episodios de Albino Jara y de la guerra civil de 1922, se abocaron a la tarea específica de ejecutar la política del Estado en el Chaco, con lo que se obtuvo el triunfo en la guerra (1932/1935). 

Hacia 1932 comienzan a darse algunos enfrentamientos, cada vez con mayor regularidad, en los puestos fronterizos. Los paraguayos y los bolivianos habían construído una línea doble de fortines en todo el territorio del Chaco y, en junio de 1932, la toma de uno de esos fortines por parte de una patrulla boliviana provoca una escalada militar que resulta en un conflicto abierto. La guerra continúa hasta el 12 de junio de 1935, fecha en que ambos países aprueban un protocolo de armisticio. En la Conferencia de Buenos Aires, el año 1936, se pone término al conflicto, atribuyendo a Paraguay la parte más grande del territorio disputado.



Las fuerzas armadas luego de la Guerra del Chaco
El general Higinio Morínigo "politizó" el ejército volviéndolo "colorado", así como el Mcal. Estigarribia había intentado hacerlo volviéndolo "liberal" años atrás. Luego del triunfo del partido Colorado en la guerra civil de 1947, las Fuerzas Armadas paraguayas se convirtieron, de hecho, en una milicia colorada, a la que no tenían acceso los paraguayos que no estaban afiliados al partido. 

Las purgas de oficiales no adictos al régimen fueron moneda común y cientos de militares perdieron sus carreras y empleos en razón de consideraciones políticas. Cuando Alfredo Stroessner accedió al poder, en 1954, lo hizo como jefe del ejército particular del Partido Colorado



Las fuerzas armadas durante la dictadura de Alfredo Stroessner 
Stroessner destacó en el ejército paraguayo y en 1954, fue escogido para ser General de División, y en mayo del mismo año encabezó un golpe de estado en el cual fue derrocado Federico Chávez y en agosto de 1954 fue elegido por la Junta de Gobierno para Presidente. Fue reelegido en 8 legislaturas, en elecciones fraudulentas, siendo el único candidato: 1958, 1963, 1968, 1973, 1978, 1983 y en 1988. Fue el gobernante en el poder durante más tiempo un país latinoamericano, después de Fidel Castro. 

Stroessner gobernó con el apoyo del ejército y el Partido Colorado. En este último llevó a cabo una serie de purgas que le facilitaron su control, con la finalidad de su prolongación en el poder. El partido gubernamental igualmente se convirtió en un entramado dedicado al reparto de favores. La corrupción se extendió de esta manera en lo que se recuerda como la "Trilogía: Gobierno-Partido-Ejército". 

Las fuerzas armadas fueron frecuentemente utilizadas como medio "amedrentador" de la población, y no se permitía la incorporación de efectivos que no se "afiliasen" al partido oficialista, el Colorado. Asimismo actuó como medio represor de las manifestaciones y su temible fama se prestó para la comisión de abusos por parte de algunos militares en perjuicio de la población civil.







Las fuerzas armadas luego del derrocamiento de Stroessner 
Por medio de un golpe militar en la noche del 2 y la madrugada del 3 de febrero de 1989, el Gral. de División y consuegro de Stroessner, Andrés Rodríguez, derrocó a aquel obligándolo a renunciar y a partir del país en carácter de exiliado al Brasil, donde vivió el resto de su vida hasta su fallecimiento ocurrido el 16 de agosto de 2006. Rodríguez llamó a elecciones libres y a una Convención Nacional Constituyente en 1992, a fin de promulgar una nueva Constitución Nacional. A partir de allí, el presidente de la República ostenta además el título de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de la Nación, independiente de su calidad de civil o militar, y la institución tiende a achicarse. Actualmente el Jefe de las Fuerzas Militares (segundo en el mando después del Presidente de la República) es el Gral. José Key Kanazawa, quien promueve una nueva imagen institucionalizada y respetuosa de las Fuerzas Armadas hacia la Constitución y las Leyes. 

Actualmente, Paraguay es el país más "militarizado" de la región en términos de efectivos militares x km². En el Paraguay existen 5,86 militares/1.000 km² contra 4 de Bolivia; 2,11 de Argentina; y 1,88 del Brasil.



 
Soldados del Ejército Paraguayo armados con M-16   
Soldados del Destacamento Conjunto de Empleo Inmediato (DECEI) desfilando con carabinas Norinco CQ-M4 de 5,56 mm. Son copias de la Colt M-4A1 fabricadas en China y equipadas con visores de modelo desconocido. El DECEI depende del Comando de Tropas Especiales del Ejército. 

 
Paracaidistas del EP pertenecientes al Comando de Tropas Especiales del Ejército. 

Fuerzas especiales paraguayas
 
Vehículo ligero 4x4 de ½ tonelada Zhanjiang Kingstar Vehicle Co BAW pertenciente al Tercer Cuerpo de Ejército. Su origen es Chino











SAORBATS
Escarapelas y banderas


miércoles, 10 de agosto de 2016

Guerra del Chaco: Un duelo de artillería

Un duelo de artillería en la Guerra del Chaco
Viscacharal, Sector Pilcomayo, 15 de enero de 1935
 


Por Rafael Mariotti

Publicaré este artículo como se lo había prometido al amigo Mangosta, chileno, y en atención al forista Procer1811, nieto de uno de los participantes de este duelo artillero, pues su abuelo, el entonces mayor Fulgencio Yegros (luego general) era comandante del grupo de artillería 2 paraguayo, que estaba desplegado en la zona norte del Pilcomayo, frente al Grupo de Artillería de la Cuarta división boliviana, comandado a la sazón por el coronel de artillería chileno Aquiles Vergara Vicuña. Este, recibido en el Colegio de Guerra en España y ex-miembro del gabinete chileno, era el más famoso de un grupo de jefes y oficiales (105 en total) contratados en junio de 1934 por Bolivia, con gran consternación del gobierno paraguayo. Vergara Vicuña se integró al Primer cuerpo de ejercito boliviano en octubre de 1934. El relato es del libro DEL CALDERO DEL CHACO (1936) de Vergara Vicuña. 
"El 15 de enero de 1935 la artillería boliviana del sector, a la sazón comandada por el coronel chileno Aquiles Vergara Vicuña, de reciente nombramiento, se hallaba ocupando un lugar llamado “Viscacharal”- en la explanada del río Pilcomayo donde moría la pendiente del extremo norte de la Serranía de Caiza- en cuyas inmediaciones tenía establecido su emplazamiento, la batería del sub teniente Bernardo Soria Galvarro, equidistante uno 5 kilómetros de otras que le flanqueaban; hacia el norte la del teniente Pastor Quiroga, situado en un punto llamado “Resistencia” y en dirección sur cerca del sitio llamado “Convento”, la del teniente Manuel Vaca Roca. 
Frente a esta unidad, se encontraba el Grupo 2 de Artillería paraguayo “General Roa”, comandado por el mayor Fulgencio Yegros, que tenía como misión mantener una vasta cobertura a lo largo del Pilcomayo, desde Cururendá hacia el sur, tocándole ocupar el Talud de Piquyrendá situado entre Ybybobo y Palo Marcado, y enfrente de Viscacharal, a la 3ª batería a cargo del teniente Juan A. Monges. 
El relato de Vergara Vicuña continúa así: 
“Fui recibido en Viscacharal con la atención cordial que ya conocía. Soria Galvarro hacía su rancho en ese momento y tuvo oportunidad de invitarme a comer un buen plato de verdolaga silvestre sazonada en aceite que, según me informó, había descubierto para defenderse de la avitaminosis. Excusado estará decir que me sentó de maravillas, pues hacía varias semanas que no probaba una brizna de verdura.” 
“Mi asistente José Quispe preparó entretanto mi instalación cerca de la del teniente y luego de enunciar a la ligera el objeto de mi visita, nos decidimos a reposar para que el sol del nuevo día nos hallara ágiles de cuerpo y de espíritu. 
Ningún presentimiento embargaba mi espíritu, cuando caí en la inconsciencia del sueño. Para mi compañero de “pahuiche”, esa noche sí que fue la postrera, pues al día siguiente, bajo un cielo añil y sobre una tierra lujuriosa caería, después de trágico molinete con el pecho destrozado por una granada paraguaya. Pero tampoco al parecer, Soria Galvarro fue advertido nada, pues al rayar el alba se levantó contento y dinámico, sorbiendo a bocanadas el aire más puro de esa hora, único que, en el Chaco, se puede respirar con alguna fruición.” (continúa) 

Inserto retrato de Aquiles Vergara Vicuña y del sector donde se efectuó el combate narrado. 

 

“Nos desayunamos ligeramente para desplegar luego el Plano Director, con el transportador y la regla graduada en manos. Trazamos las rectas de los tres rumbos, desde los asentamientos respectivos y su coincidencia fue perfecta.”
“Cabalito, exclamó con entusiasmo el comandante de la batería.”
Ya teníamos los elementos necesarios para iniciar la acción; faltaba la coordinación de los fuegos con las restantes baterías, y el plan y régimen a que debíamos ceñirnos. Pregunté a Soria Galvarro cuál era su idea, contestándome que le agradaría hacer tiro progresivo y regresivo escalonado con un consumo de 160 granadas, más o menos. Esta proposición me pareció mesurada…”
Con la pauta señalada, elaboré mi plan: 160 granadas de la batería de 65 mm (Soria Galvarro); 60 la de 75 mm (montada); 20 de la 75 mm (montaña) material éste último que tenía en esos días una expectativa de municionamiento muy escasa. El fuego debería desenvolverse en 20 minutos, a razón de 8, 3 y 1 tiros por minuto, de cada batería, respectivamente. Acto seguido, me puse al habla con el capitán Cuellar, comandante del Grupo, quien había verificado sobre el plano de la batería Quiroga los mismos cálculos que nosotros.”
Nota: cada batería estaba compuesta de 4 cañones, con sus dotaciones respectivas.
“Respecto a mis directivas para la acción, acepté su insinuación de que no entrara en combate la batería Vaca Roca, por la razón antes señalada.”
“Serían las 8 de la mañana, cuando acompañado por el teniente Soria Galvarro y el suboficial Zaconetta, me dirigí al observatorio. Este cabalgaba en un árbol esquelético, de pobre ramaje, de forma achaparrada, situado en un montículo a 100 metros de la batería, a un costado.”
El día se presentaba caluroso y radiante de luz, invitaba a vivir y no a morir.
Subimos al observatorio, algo endeble para nuestro peso, por lo cual nos balanceábamos un poco, a unos cinco o seis metros del suelo en pendiente. Con todo, la visualidad era magnífica. Instalamos el anteojo de antenas, entregándonos por algunos minutos, de lleno, a la tarea de escrutar en dirección al punto en que debía encontrarse el enemigo. Luego faculté al jefe de la batería para dar sus comandos. Rápidamente llegó por el hilo la voz: Pieza lista!; Fuego! contestó el teniente.
Observamos la caída del proyectil, oculto en los primeros segundos dentro de la espesa maraña y quedamos esperando el disparo inicial de la batería Quiroga.
Pronto sentimos la detonación de salida y casi simultáneamente de llegada (a distancias medias, en ese material tipo rasante, el proyectil llega al objetivo conjuntamente con el sonido)
Observamos atentamente sobre el punto batido y pudimos comprobar que la nube de polvo y humo del calibre superior, quedaba inmediata a la anterior, ya en pleno desvaimiento.
Cabalito! - volvió a exclamar Soria Galvarro.
Puede pasar al fuego de eficacia, si lo cree oportuno – agregué de mi parte.
Repetimos los comandos por teléfono, ahora con distancias escalonadas.
Batería lista! – una ráfaga! y luego, moviendo las distancias, y concentrando o repartiendo sobre cualquiera de las piezas: una ráfaga! dos ráfagas! y vuelta a comenzar.
Espectáculo formidable; tronadera ensordecedora de estampidos cercanos y explosiones lejanas que venía a aumentar el fuego de efecto a que también había pasado la batería Quiroga. La caída de los proyectiles se iba sucediendo con exactitud, gracias a las correcciones que se ordenaban.
Pobres coleguitas “pilas”! – dijo más de una vez Soria Galvarro.
"Mi alma de artillero se solazaba en una extraña fruición; mis sentidos se regalaban en esos minutos con la novedad del espectáculo… y, lo principal, me hallaba como sorprendido de se actor en aquello y todavía sin tener en cuenta que el Destino me deparaba en esa trama el papel principal." (continúa)
Publico imágenes de los cañones de acompañamiento de infantería Vickers de 65 mm (de los cuales Bolivia había adquirido 30 en 1929, y llegaron en 1932). Estos componían la batería de Soria Galvarro en el relato. Publico imagen del cañon de campaña Vickers de 75 mm, que es llamado de artillería montada en el relato (batería Quiroga), y del cañon de montaña de 75 mm de la bateria Vaca Roca que no participó por falta de municiones.
“Aunque en esos cortos minutos de la acción de Viscacharal no estaba para éstas ni parecidas disgresiones, pensaba, no obstante, ya que el principal papel de un jefe es prever y más prever, en una posible reacción de la artillería paraguaya, a lo que había que añadir el para mi dogma de fe de la teoría de las compensaciones y la sabiduría del aforismo popular que dice: “Donde las dan las toman”.
Durante unos veinte minutos, los airosos cañoncitos, casi automáticos, continuaron vomitando activamente su granizo candente. Luego nos dimos cuenta que la batería Quiroga había cesado de disparar, seguramente por conclusión de la ración acordada. Nos miramos las caras, como consultándonos una decisión y entonces dije: -Basta por ahora-.
Soria Galvarro asintió sonriendo, satisfecho de la tarea realizada. Yo sentía en mi interior el orgullo primerizo de haber actuado, dirigiéndolo, en un fuerte batimiento artillero, cuyo efecto, sin embargo, quedaría para nosotros en una nebulosa.
Iniciamos el descenso para restituirnos al puesto de comando habitual, distante 150 metros adelante, en una especie de explanada, característica de los antiguos puestos ganaderos, lisa y despejada de árboles, cuyos puntos más visibles eran, acaso, el pahuiche utilizado como vivienda por el teniente y un cerco de ovejas de la inmediación más contigua. Era indudable que ese manchón ocre podía resaltar como rosetón de la guirnalda verde.
Mientras caminábamos en columna de a uno por el sendero, pensé que la artillería paraguaya estaría preparando ya su desquite y volví sobre el tema:
“Después del fuego que hemos hecho, habrá que adoptar mayores precauciones y enmascararse lo más posible; qué opina sobre el particular, mi teniente?
“Ciertamente, mi coronel – contestó al punto Soria Galvarro. Tengo el proyecto de hacer un trabajo que sea permanente y bien fortificado; algo así como un “nicho” en la ladera del cerro, que sirva de observatorio, de gabinete de trabajo y de cuarto de dormir; ya tengo planeada su construcción y comenzaremos los trabajos esta misma tarde. Pierda cuidado.”
“Instantes después nos separamos. El siguió a su “pahuiche”, yo me quedé algunos minutos deambulando para conocer el paraje circunvecino. Luego tomé igual dirección.”
Qué sucedía entretanto con la artillería paraguaya de enfrente? La 3ª batería se encontraba emplazada y bien oculta en el talud de Piquyrenda cuando se produjo la entrada en fuego de las baterías bolivianas ubicadas en Viscacharal y Resistencia.
Desde el amanecer de ese día, nuestros vigías de la batería habían podido observar con metódica paciencia un delgado hilo de humo que se levantaba de la superficie en un punto de la otra banda. Rato después se escuchó el disparo de un cañón, luego otro, seguido de otros más. Una vez tomado el rumbo de las detonaciones, el teniente Monges comenzó a explorar con su anteojo de antenas y pudo notar que el hilo de humo coincidía perfectamente con una de las direcciones de donde provenían los disparos que al parecer, estaban dirigidos, en ese primer momento, hacia objetivos distintos que la 3ª batería.
He aquí el relato del coronel Vergara Vicuña, de lo acontecido en el lado boliviano, y lo ocurrido al teniente Soria Galvarro:
“Me separaban del “pahuiche” unos cincuenta metros escasos, cuando fui despertado de mi ensimismamiento contemplativo por algo verdaderamente insólito, por mucho que estuviese previsto. Sentí una especie de desgarradura de una tela de buque y deslizarse con un agorero silbido la saeta de un proyectil. Pasó todavía a unos 5 o 6 metros sobre la proyección de mi vertical y presentí que ya estaba próximo a su punto de caída. Una detonación formidable, una convulsión de la atmósfera, un promontorio de humo y varias trayectorias divergentes y ruidosas de carcasas aclararon mis ideas quizá antes de haberse concretado. La granada había percutado en la ladera del observatorio recién abandonado.”






“Tomé visual hacia el “pahuiche” y ví que todos corrían a agazaparse detrás de uno árboles no muy respetables de grosor, como para protegerse de una avería; otros se echaban al suelo donde estaban. Comprendí que la cosa era grave y que había salido un segundo proyectil, acaso más astuto que el anterior.”
“Adiós mi plata, díjome una voz profunda. Mis oídos estaban aletargados para percatarse de los ruidos, por la indigesta ingestión de disparos con que los había regalado desde la víspera, soportando sin otra precaución que la de abrir la boca, donde el propio asentamiento, las ráfagas como descargas cerradas de la batería Quiroga, más el pronunciado aditamento de esta mañana.”
“El proyectil paraguayo fue a explotar violentamente, al parecer, sobre el propio emplazamiento de la batería. No había ya dudas; estábamos localizados y sometidos a los golpes potentes y mortales de un calibre superior – de 105 por todas las trazas-. No cabía tampoco la esperanza de un socorro oportuno, pues la batería que comenzaba a disparar no estaba “rumbeada” aún y pasaría por lo menos una hora, en el mejor de los casos, para que las otras baterías pudiesen acudir con su fuego en nuestro auxilio.”
“Confieso sin ambages que mi serenidad en esos segundos fue completa, como nunca lo hubiera esperado.
”Me incorporé al grupo de artilleros que recién se levantaba y comenzaba a dispersarse un poco. Algunos sonreían con naturalidad, otros forzosamente. Lo extraordinario era que sonrieran de algún modo, puesto que el asunto no podía ser mas desagradable. Pregunté rápidamente a Soria Galvarro por la batería.
“Ellos están más seguros que nosotros en sus “buracos” –fue su respuesta.
Pero, y el material?
“Puede que estemos de suerte, mi coronel. Además habrá que confiar en la dispersión y en que los “pilas” economicen su munición –dijo sonriéndose tristemente y con una emoción interna que contradecía el optimismo de sus palabras.”
“Lo miré con atención y advertí que estaba algo cambiado. Revelaba, como siempre, decisión, pero estaba serio, acusando que algo lo torturaba en lo íntimo. Yo también comencé a inquietarme, aunque, controlándome exteriormente. Transcurrieron unos pocos segundos más, y pum! Ahora lo sentí nítidamente. Mi oídos comenzaban a funcionar bien. Simultáneamente todos, las diez o doce personas que allí nos congregábamos, corrimos, nivelados por el peligro, detrás del árbol, cuyo tronco ofrecía la mejor protección posible y formamos una masa democrática y compacta de rostros ensombrecidos, que se agitaban a impulsos de una violenta conmoción aórtica que parecía brotar de una víscera común. Mis subordinados, sin embargo, se preocupaban notablemente por mí.”
“Mi coronel, aquí, aquí – me decían, abriéndome hueco protector. Yo rehusaba con gesto categórico, pero sintiéndome agradecido y conmovido.”
“Pasó la granada, musitando su trágica canción y fue a estallar al fondo. Soria Galvarro, apreciándola como tiro largo y perdido, me dijo:
”Con tal que no lo acorten, quedarán lucidos.”
“Estábamos todavía cerca del árbol, aunque ya de pié. En ese instante, curiosamente advierto que mi asistente Quispe, veterano de Nanawa (Nanawa era el nombre de un fortín, escenario de una de las más violetas batallas del Chaco en enero-julio de 1933), no ha cambiado de posición, sentado en el suelo, apoyada la espalda en el árbol, sus piernas extendidas, sin la menor protección, inmóvil e indiferente a todo.” 

“Cuidado, Quispe! que esto es peor que Nanawa – le digo.
El aludido se sonríe incrédulo, luciendo su magnífica dentadura de réclame de dentífrico y continúa impertérrito.
“Pum! Pum! otra vez. A no dudarlo, pasan al fuego de efecto. Nuestra zozobra es grande, pues no sabemos con qué graduación del alza los han lanzado; cualquier acortamiento nos puede ser fatal, pues nos hallamos bajo la bóveda irreal de su trayectoria.”
“Bam…! Bam…! Bam…! y podemos aliviarnos por un instante de caliginosa pesadumbre de lo incierto en conjunción con lo irremediable. Luego hay unos segundos de silencio, que se miden por minutos, y la fecunda y fantástica imaginación comienza a forjar hipotéticas ilusiones de que todo quedará en una calma silente. Una sensación algo artificial de tranquilidad quiere invadirnos por momentos. El paisaje ostenta un aire tan placentero que parece difícil que pueda transformarse en brusco escenario de desolación y muerte.”
Gradualmente voy ordenando mis sensaciones, tratando de cimentar una indiferente normalidad. Se me ocurre con altibajos contradictorios, que la demostración de la artillería paraguaya se ha limitado sólo a eso y que sus sirvientes se encontrarán limpiando las ánimas de los cañones, satisfecho ya el saludo a la bandera.”
“Soria Galvarro, a mi lado, en el borde superior de un pequeño solevantamiento, a dos o tres metros del “pahuiche” me conversa distraídamente, como haciendo un esfuerzo. Me llama la atención su fisonomía alterada por cierta tensión que valientemente lucha –está a la vista- con un tenaz presentimiento. Me imagino al contemplarlo que mi actitud externa debe ser análoga. Corrientes de pesimismo suben y bajan, atravesando cada vez mi espíritu.”
“Ahí donde nos encontramos no tenemos por el momento nada que hacer, carecemos de toda protección y todavía nos hallamos comprendidos en el ángulo visual del enemigo y, sin embargo, continuamos inmóviles, como hipnotizados por el fuerte narcótico de la voluntad y con la iniciativa en trance de sonambulismo que, en el fondo, es la preocupación externa del valor y del prurito irreprimible en ocasiones del amor propio.”
“Nos hemos comunicado con la batería y se nos informa que el personal sigue sin novedad y bien resguardado. En verdad, no deberíamos tener ya preocupación sino por nosotros mismos, pero nada hacemos en ese sentido. Solamente nuestras gargantas secas nos piden un refresco y el teniente ordena a su asistente que vaya a prepararlo. El bueno de Arana se aleja –venturosamente para él- a prepararlo.”
“Yo estoy vacilando en tenderme un rato sobre mi catre de campaña, al cual me separan unos cinco o seis pasos. De pronto alguien grita: ¡salió! Y vemos un tropel corriendo a sumirse en el hoyo del buraco, carente de techo todavía. Soria Galvarro y yo cambiamos un gesto de fatal escepticismo. No había ya tiempo de correr; habría sido una carrera loca impulsada por las hélices del pánico. Aguardamos sin movernos y con el dolor angustioso de quien está conscientemente al canto de una caída irremediable.”
“De súbito mis músculos motores vibran con extraña ansiedad y doy, sin darme cuenta de lo que hago, un salto poderoso pendiente abajo. He sentido la infernal musiquilla de la desgarradura con que avanza el proyectil y ya tan encima que el pensamiento sólo ha alcanzado a taquigrafiar: percusión sobre nuestras cabezas. Y se ha producido la explosión formidable y terrífica a tres o cuatro metros de nosotros.”
“Pierdo por un instante la noción del ser y del no ser. Lentamente, como en un sueño profundo, pienso que he muerto y que así debe ser la muerte, algo desvaído e invaluable para los sentidos."

“Percibo que mi alma está desarticulada de mi cuerpo, inconsútil y arremolinándose en el vacío. Ningún dolo físico me preocupa; nada puede tener importancia en medio de mi desbordamiento material y moral; me posee la sensación de tener hueco el cerebro y estar inanimado para siempre. Luego transcurrido un tiempo impreciso, pero que no debió ser largo, siento que mi respiración amenaza estrangularse, quizá por la acción tóxica de los gases del explosivo y que mi cabeza se hace cada vez más pesada; noto también que mis mandíbulas están trabadas y pienso, si, ahora pienso siguiera, que no podré hablar. Después comienzo a creer que estoy herido, lo que no deja de ser un progreso, pues antes me imaginé estar muerto. Pero lo que gradualmente ve va vigorizando el cuerpo y nutriendo de ideas la mente, es la sensación cierta de encontrarme de pie. De esto ya estoy bien seguro, camino, luego me observo y nada; comienzo entonces a formularme la hipótesis de haber escapado y como una especie de alegría infinita va sacudiendo mi atonía, hasta que las potencias ocultas e irresistibles del instinto de conservación se vuelcan dentro del crisol de mi ser en un voto radioso de acción de gracias, que ofrenda a la vida, y en ese minuto solemne –por qué no decirlo- a Dios ¡Qué enorme satisfacción la vuelta de la conciencia y el convencimiento de vivir, cuando todo se creía perdido!”
“Una extraña energía comienza a dominar mis actos, la que trato de reprimir, porque yo mismo dudo que se apoye en base razonable. No en balde he oído y leído tanto sobre los efectos nerviosos de las explosiones y anhelo, por tanto, con toda la sinceridad de mi alma mantenerme sereno y reflexivo. Pero mi ardor me avasalla y entonces dispongo y grito, aunque felizmente sin apartarme mucho de la lógica, cosa que me es dable constatar más tarde. Estoy a diez pasos del sitio donde cahyera la granada y trato de formarme concepto de lo sucedido. Veo la figura esbelta de Soria Galvarro tendida en el suelo, en la actitud del que duerme una siesta, la cabeza sobre los brazos y con la inmovilidad de una estatua yacente. Con pena profunda, me hago cargo que ha caído victimado por la granada; un poco más lejos veo a un hombrecito diminuto que se retuerce sobre la tierra entre ayes de dolor, me fijo un poco más y me doy cuenta que es mi asistente, el veterano y simpático Quispe; por mi lado pasa en ese instante un soldado, cosa curiosa, andando con paso casi normal, aunque en lugar de una pierna arrastra un jirón horrible de músculos y nervios desgarrados, colgantes como flecos, desde los testículos hasta la rodilla den la parte de la entrepierna. El hombre da aullidos de lobo en hambruna, de dolor físico y quizá también sí moral. Al verme se me acerca, gritándome que lo salve, con una suprema expresión de humildad y de abatimiento que difícilmente podré olvidar mientras viva. Yo horrorizado, le pido que se quede tranquilo hasta que pueda ser socorrido. El soldado insiste con su grito plañidero: ¡sálveme! Sálveme! mi coronel. Me siente agobiado ante esa visión trágica; por un segundo pasa por mi mente la idea piadosa y tremenda de poner fin con mi revólver a tan cruel padecer, pero consigo dominarme y preocuparme de otra cosa.”
“Entretanto he tomado unas cuantas decisiones; algunas se han podido cumplir; otras tienen que diferirse para mejor oportunidad. He hecho transportar el cuerpo de Soria Galvarro cerca de mí; el teléfono ha empezado a funcionar, haciendo llamados urgentes al sanitario de la batería –que valientemente acude con presteza- y al cirujano del Grupo.”
“Me arrodillo cerca del teniente y debo sufrir la enorme impresión de ver su pecho destrozado y aún un soplo de vida en el fondo de unos ojos atormentados por la agonía, que me miran fijamente, como queriendo traducir lo que sus labios no podrán expresar."

“En ese instante, sale otro disparo paraguayo y se reproduce nuevamente la agitación. Yo grito que se protejan inmediatamente.
¡Vamos a la línea! A la línea! – exclaman algunos.
Yo les grito que se protejan como puedan. Llega con violencia la granada y en el primer instante me parece que ha caído cerca del “pahuiche”, tan oculto queda a la vista, cubierto de espesa nubada de polvo y humo.
¡Adiós mi equipaje! – dígome atribuladamente.
“Vuelvo sobre Soria Galvarro y ya no me queda sino contemplar, como sirviendo de máscara del que fuera su rostro, el visaje cenizo y la risa helada y verdosa de la muerte. No se me ocurre cerrarle los ojos, pero tomo la posición de firme.”
“Los tres o cuatro soldados que están conmigo hacen lo mismo entre sollozos. Y en ese minuto, otra vez como ratificación de funeral solemne, se oye: ¡pum! ¡pum! ¡pum! Es la artillería paraguaya que reinicia su actividad, esta vez orientada a exterminarnos. El aire se puebla de un estruendo apocalíptico; las explosiones se suceden frenéticas alrededor de la batería; luego, con distancia acortada sobre el corral de ovejas, cuyo cerco de ramas se observa acaso desde lejos, como una línea parapetada, encontrábame yo a unos cincuenta metros de este último objetivo, cuando volvió a tomarlo la artillería enemiga. En un comienzo, no pienso ni me propongo nada, como atraído y subyugado por la fiereza del espectáculo; en lo profundo de mi raciocinio columbro que eso no es normal y llego a la conclusión de que aún estoy atenazado por el embotamiento paralizante de una impresión que ha pegado con golpe de laque sobe mi espíritu. Procuro reaccionar, poniendo en juego mi iniciativa, pero apenas si puedo formarme un cuadro de apreciación técnica de lo que está sucediendo. Se trata de un tiro de contrabatería, con observación directa, al parecer desde una distancia superior a 6.000 metros, por el lapso hábil entre la percepción de las detonaciones y las de arribada, y calculo que los paraguayos se emplearán a fondo, pues han verificado su reglaje sobre un objetivo que no carece de interés.”
“… han pasado dos… tres… ráfagas de trayectorias paralelas, y creyérase que los bólidos de acero con entraña hirviente e infernal, presta a estallar, vienen animados por una suerte de malicia picaresca, tal es su endiablada pertinacia en demanda de sus propósitos. Me encuentro inerme ante ese destino que parece estar ciego y sordo a cualquier súplica.”
“… Avanzamos un largo trecho (entre los zarzales, apartándonos de la zona batida) y creo estar lejos de la línea longitudinal de tiro, pero los cuerpos explosivos siguen desfilando por lo alto. Antes de admitir la idea de haber hecho el círculo vicioso que es tan frecuente en los bosques y en los desiertos, quiero creer que es la batería Quiroga la que ha roto sus fuegos en nuestro apoyo.”
“Siento entonces una especie de alivio, pues, si es así, no hay por qué temer una percusión de la granada sensible sobre la más ínfima rama del bosque que nos encubre sin protegernos en realidad, pues conozco sus ángulos de elevación para batir cualquier punto de la banda, cuya mayoría entra en la clasificación de los mayores. Pronto me disuado de esta creencia. Los golpes secos iniciales de las ráfagas son tres; los nuestros serían cuatro, diferencia que existe, por lo general, en el número de piezas entre las baterías paraguayas y bolivianas”.
“Los artilleros enemigos han acortado su tiro; la parábola de sus proyectiles pasa ahora a unos pocos metros escasos de la copa de los árboles que apenas si se remontan por sobre nuestras cabezas. Yo estoy con el credo en la boca, porque una percusión en el ramaje está dentro de las posibilidades…”



Conclusión del duelo de artillería en el Chaco (1935)
“¿Cuánto duró todo aquello desde su preliminar? Quizá si sólo unos pocos minutos; si afirmamos que fueron veinte o treinta estaríamos en lo justo, pero para nuestro espíritu ya maltrecho y fatigado habían cobrado la intensidad de horas.”
“Cuando el silencio renació sobre la selva en conjunción con las llamaradas ígneas del sol en su cenit, trabajamos par salir al camino, cosa que resultaba ahora sencillísima. Volvimos todos, uno a uno, al sitio trágico y ruidoso de momentos anteriores, El cirujano del Grupo, mayor Villafani, constataba la muerte del malogrado comandante de la batería, agresora y agredida a su turno; el sanitario hacía una curación de emergencia a los tres heridos, dos de ellos en gravísimo estado; mi asistente Quispe –que moriría esa noche- y un cabo, aquel de la pierna mutilada que había seguido andando, pues el hueso quedó indemne.”

Para la época que se refiere el relato de Vergara Vicuña, el ejército paraguayo había casi llegado a los límites geográficos del Chaco, habiendo hecho retroceder al ejército boliviano casi 700 kilómetros en algunos puntos, desde que se iniciara la guerra en setiembre de 1932.

Los últimos meses de 1934 vieron las victorias más impresionantes de toda la guerra, con las cuales Estigarriibia alcanzó su sitial de gran capitán. En noviembre de 1934 (el 15 de noviembre para ser exactos) concluyó, según el escritor militar norteamericano, David Zook, "una de las más perfectas batallas ejecutadas en el Hemisferio Occidental", la batalla de EL Carmen, en que con 4.500 hombres cercó a 7.000 efectivos bolivianos y los hizo rendir, haciendo desmoronar el frente del Pilcomayo y que los bolivianos evacúen el fortín Ballivián, la "capital del Chaco boliviano". Este golpe fué tan tremendo, que el presidente boliviano Daniel Salamanca se trasladó al Cuartel General de Villamontes para destituir a todo el Alto Mando y reemplazarlo por jefes más capaces. Pero he aquí que cuando arribó el Presidente y expresó sus intenciones, fué apresado y obligado a renunciar (27 de noviembre), para perpetuar al inepto comando del Chaco. En este momento, se produjo otra increíble victoria, cuando los paraguayos cortaron el abastecimiento de agua del cuerpo de caballería boliviano del Cnel. David Toro, al capturar los pozos de agua de Yrendagué (8 de diciembre de 1934), en una zona desértica. Los soldados bolivianos se desbandaron y unos 3.000 murieron de sed y en combates, y otros 3.000 cayeron prisioneros. Finalmente, ya el 27 de diciembre con un movimiento de encerramiento, 2.000 bolivianos quedaron acorralados contra el Pilcomayo en Ybybobo. Con sólo 2.389 hombres, el cnel. Delgado del III cuerpo de ejército paraguayo capturó más de 1,200 enemigos y abundante botín, a costa de 46 heridos.
Con todas estas derrotas Bolivia perdió definitivamente el Chaco, y Paraguay se aprestó a atacar Villamontes, el último punto de importancia que Bolivia tenía en el Chaco.

Publico un mapa con los avances desde 1932 hasta 1935.