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domingo, 25 de noviembre de 2018

Armas de fuego: Tanegashima (arcabuz)


Tanegashima (arcabuz)


Wikipedia



Infanteristas japoneses (ashigaru) disparando sus tanegashima (arcabuces) durante una práctica de tiro nocturno, empleando sogas para mantener una adecuada elevación de disparo.

El tanegashima (種子島?), también conocido como hinawajū (火縄銃?), fue un tipo de arcabuz1​2​ introducido en Japón por los portugueses en 1543.3​ Los tanegashima fueron empleados por los samurái y sus infanteristas (ashigaru), por lo que en unos pocos años la introducción del tanegashima en batalla cambió para siempre el modo de hacer la guerra en Japón.




Historia

Orígenes

El tanegashima parece estar basado en arcabuces con llaves de mecha "mordedoras" que eran producidos en la armería de Goa en la India portuguesa, la cual fue capturada por los portugueses en 1510.5​ El nombre de tanegashima proviene de la isla japonesa de Tanegashima, donde un junco chino con aventureros portugueses a bordo se refugió de una tormenta en 1543. El señor de la isla, Tanegashima Tokitaka (1528-1579), compró dos arcabuces a los portugueses y ordenó a un espadero que copiase el cañón y el mecanismo de disparo del arma. El espadero (Yaita) no tuvo muchos problemas con la mayor parte del arma pero "perforar el cañón helicoidalmente para que el perno (bisen) pueda ser enroscado" era un gran problema, ya que esta "técnica aparentemente era desconocida en Japón hasta ese momento". Los portugueses repararon su barco y partieron de la isla, para volver al año siguiente con un herrero portugués y solucionar el problema.6​ A solo diez años de su introducción, se reportó la manufactura de 300.000 tanegashima.7​

Difusión

Numerosas familias antiguas y aristocráticas despreciaron estas armas al principio por considerarlas impropias de un samurái. Pero no tardaron en cambiar de opinión, o bien en ser aniquiladas por otros clanes menos idealistas. A la versión japonesa de estos arcabuces se les llamó “Teppô” o “Tanegashima”, debido al nombre de la zona donde llegaron con ellas los europeos. Los herreros de allí estuvieron en buena disposición para empezar su fabricación, ya que poseían playas de arena negra con un alto contenido de hierro. Los daimio del centro y oeste del país adquirieron ventaja con respecto a sus rivales del este con la difusión de estas armas, ya que tuvieron mayores facilidades para comprarlas e importar los ingredientes de la pólvora. Un ejemplo fue la familia Ashikaga, que recibieron las armas del daimio de Tanegashima, y los entregaron a su vez a sus partidarios junto a la fórmula de la pólvora. Algunas otras familias sin esos vínculos con los Ashikaga tuvieron que recurrir a diversas estratagemas para hacerse con ellas. Los Matsura (pequeño daimio del norte de Kyusho) hicieron convertirse al cristianismo a dos de sus samuráis para asegurarse la confianza de los portugueses y realizar tratos comerciales.
Fabricación

La fabricación de los teppô era cara, y al principio los herreros eran generalmente sometidos a una vigilancia y supervisión tan constante, que solo los señores autorizados podían encargarlas (o los miembros de los gremios ninja secretos) y aun así, en una escala severamente limitada. Los sacerdotes de Negorojoi se hicieron con un arcabuz japonés en 1543, y sus herreros establecieron una forja para reproducirlo hasta formar una fuerza de 300 tiradores en 1570. Gracias al talento de estos herreros, pronto fabricaron cañones de acero mediante la técnia del enrollado y un grupo de éstos, los Kunitomo, se las ingenió para idear un proceso en el que podría introducirse lentamente un tornillo en un cañón al rojo vivo para preparar el estriado, proceso muy importante y complicado que aumentaba mucho la eficacia de y precisión del arma. El estriado ya era una tarea extraordinariamente difícil para los herreros europeos de principio del siglo XVI, y este método japonés de introducir un tornillo no parece haber sido común en Inglaterra hasta 1635.

Características

Los arcabuces introducidos por los portugueses al reproducirlos por los herreros japoneses se convirtieron en una amplia y variopinta gama de armas de fuego. Algunos eran más cortos (87 cm) aunque con el tiempo prefirieron armas largas (entre 120 y 140 cm), siendo uno de los más grandes uno de 300 cm de largo y 135 kg de peso a principios del siglo XVII. Los japoneses prefirieron los arcabuces con culatas curvas e intentaron mejorar la precisión del disparo más que elevar la velocidad de fuego. Un tanegashima estriado podía disparar a una distancia de 1.000 m, que superaba ampliamente el alcance de los arcos, pero su alcance efectivo era de 100 m y la precisión se limitaba a unos 50 m. Incluso mucho después, en 1775 estos tanegashima no podían dispararse con precisión a mayores distancias. El hecho de que estas armas hubieran de pasar un periodo de prueba, sugiere que sus ventajas no fueron evidentes de inmediato. Eran pesadas y caras, y se necesitaban varios minutos para cargarlas. Tanto en Europa como en Japón existieron polémicas sobre la superioridad de las armas de fuego y el arco o la ballesta, aunque acabaran triunfando las primeras.



Organización militar

-Los arcabuces alcanzaron la paridad con los arcos, pero sólo empezaron a ser un arma eficaz cuando los tiradores se organizaron en grupos cohesionados, un proceso que no comenzó hasta la década de 1570.

-A partir de 1590 el uso de armas de fuego cambió de forma espectacular. Y ya hacia 1600 sustituyeron casi completamente a los arcos, infligiendo el 80% de heridas en las escaramuzas.

-Al contrario que los arqueros ashigaru, cuyas habilidades exigen destreza y una práctica constante, los hombres armados con arcabuces no necesitaban mucho más que instrucción y disciplina.

-El arcabuz es más eficiente cuando se dispara en andanadas cerradas, cargando y disparando por filas (habitualmente tres). Para que esto funcione, es necesario que las tropas mantengan una disciplina estricta.

Tipos de tanegashima

  • Hamaza-zutsu.- Arcabuces de muralla o borda con una longitud que oscilaba entre los 1,5 a 2 metros y calibre superior a 10 monme (18,5 mm aproximadamente).
  • Hiya-zutsu.- Especie de mortero que lanza el bo-hiya, una especie de flecha incendiaria.
  • Ban-zutsu.- Fue el arma típica en los campos de batalla, de 1,3 metros de longitud y pequeño calibre, 11 o 13 mm (2 o 3 monme), su peso oscilaba entre los 3 y 3,5 kg por lo que podríamos considerarla ligera.
  • Chyu-zutsu.- Se dice que fue el arma del samurái, entendiendo por ello todo un arma de prestigio, de similar longitud al Ban-zutsu, pero de superior calibre (entre 15 y 18 mm) y calidad en los materiales y decoración.
  • Bajou-zutsu.- En torno a los 40 o 60 cm, podríamos considerarla como una carabina. Pensada para su uso a caballo, eran tremendamente complejas de manejar con una sola mano. En algunos tratados (Inatomi), aparecen dibujos explicativos de la forma en que los jinetes deben utilizar el bajou-zutsu.
  • Tanzutsu.-De estilo similar a la pistola, se emplean con una sola mano. Sin uniformidad en el calibre, aunque generalmente medio, pudiendo oscilar entre los 8,5 o 18 mm. Por debajo de los 40 cm de longitud, su tamaño varía entre las muy cortas (de bolsillo), hasta las pistolas-carabinas.

Período Sengoku


Ashigaru (infateristas) disparando arcabuces (tanegashima) a cubierto de escudos (tate).

La mayor parte de Japón estaba involucrada en guerras internas durante el período Sengoku (1467-1603), ya que los señores feudales luchaban por la supremacía.8​ Las armas de mecha fueron introducidas a mediados de este período y luego de su entrada en combate, fueron ampliamente utilizadas hacia fines del mismo y tuvieron un papel decisivo en la guerra. En 1549, Oda Nobunaga ordenó que se fabricasen 500 arcabuces para sus ejércitos. Los beneficios de las armas de fuego todavía eran relativamente cuestionables, respecto a otras armas. En aquel entonces, las armas de fuego aún eran bastante primitivas y voluminosas. Según un estimado, en el Japón del siglo XVI, un arquero podía disparar 15 flechas en el mismo tiempo que le tomaría a un arcabucero cargar, apuntar y disparar su arma.​ Además el alcance efectivo era de apenas 80-100 m, a esa distancia una bala podía fácilmente rebotar de una armadura. Las armas de mecha eran vulnerables en tiempo húmedo y lluvioso, porque la pólvora podía humedecerse,9​ pero una ventaja era que las armas de fuego podían ser efectivamente empleadas por campesinos o soldados de bajo rango.​

Los japoneses rápidamente idearon diversas técnicas para mejorar la efectividad de sus arcabuces. Ellos desarrollaron una técnica de disparo en serie para crear una lluvia continua de balas sobre el enemigo.​ También desarrollaron grandes calibres para incrementar su letalidad.​ Se inventaron cajas protectoras de madera laqueada para cubrir la llave de mecha, que permitían disparar durante la lluvia,​ así como sistemas para disparar los arcabuces durante la noche, que mantenían ángulos fijos mediante cuerdas de distinta longitud.​


Tres tanegashima del período Edo.

En 1563, el clan Amako de la provincia de Izumo venció al clan Kikkawa, con 33 de sus adversarios heridos por tanegashima, por lo que en 1567 Takeda Shingen declaró: "Por tanto, los arcabuces serán las armas más importantes, reduciéndose así el número de lanzas por unidad y que sus hombres más capaces sean equipados con arcabuces".​ Oda Nobunaga usó los tanegashima en la Batalla de Anegawa (1570) y nuevamente contra el poderoso clan Takeda en la Batalla de Nagashino (1575), donde 3.000 arcabuceros ayudaron a ganar la batalla, haciendo 1.000 disparos a la vez. Ellos estaban ocultos al otro lado de un río y emplearon parapetos para detener eficazmente las cargas de infantería y caballería, al mismo tiempo que estaban protegidos.​ La derrota del poderoso clan Takeda trajo cambios permanentes a las tácticas de batalla.

Japón se entusiasmó tanto con las nuevas armas, que posiblemente sobrepasó a cada país europeo en lo que a números totales de producción respecta.​ Japón también empleó los arcabuces en la invasión japonesa de Corea de 1592, donde un cuarto de la fuerza invasora de 160.000 hombres eran arcabuceros.​ Fueron sumamente exitosos al inicio y lograron capturar Seúl apenas 18 días después de desembarcar en Busan.​

Período Edo


Antigua pistola de mecha japonesa.

La guerra interna por el control de Japón fue ganada por Tokugawa Ieyasu, que derrotó a sus rivales en la Batalla de Sekigahara en octubre de 1600. Tres años más tarde, estableció el Shogunato Tokugawa, una poderosa entidad que mantendría la paz, estabilidad y prosperidad en Japón por los siguientes 250 años. A esto se le conoce como el período Edo (1603-1868). Desde mediados del siglo XVII, Japón decidió aislarse del mundo occidental, así como de China y Corea a través de su política del Sakoku. Al contrario de la creencia popular, esto no causó que Japón "renuncie a las armas de fuego". De hecho, los arcabuces fueron empleados con menos frecuencia porque durante el período Edo no se dieron grandes conflictos donde pudiesen ser de utilidad. Con frecuencia, la espada era simplemente el arma más práctica en los pequeños conflictos promedio del período Edo. También debe observarse que el aislamiento no redujo la producción de armas de fuego en Japón; al contrario, hay evidencia de unos 200 armeros en Japón hacia el final del período Edo.19​ Pero la influencia social de las armas de fuego había cambiado: como argumentó el historiador David L. Howell, para muchos japoneses, el arcabuz pasó de ser un arma a una herramienta agrícola para ahuyentar animales.20​ Sin enemigos externos por más de 200 años, los tanegashima fueron principalmente empleados por los samurái para cacería y tiro al blanco, la mayoría siendo relegados a los arsenales de los diversos señores feudales (daimyō).


Recreadores históricos armados con tanegashima en Japón.

La llegada al Japón de una escuadra de la Armada estadounidense al mando del Comodoro Perry en 1854, dio inicio a un período de rearme. El tanegashima era un arma anticuada para inicios del siglo XIX y diversas facciones samurái compraron armas de fuego modernas, incluso el fusil Minié, fusiles de retrocarga y fusiles de repetición. La era de los samurái terminó en 1868 con el inicio de la Era Meiji, cuando los japoneses pasaron a conformar un Ejército nacional de reclutas con armas y uniformes modernos. El último empleo en Japón de armaduras y armas tradicionales samurái, incluyendo los tanegashima, fue durante la Rebelión Satsuma (1877), cuando el recientemente establecido Ejército Imperial Japonés del gobierno Meiji acabó con los últimos samurái y su resistencia a la modernización.

Empleo moderno

Hoy en día los tanegashima están disponibles a través de comerciantes de armas antiguas y de equipamiento samurái tanto en Japón como en occidente. Los recreadores históricos japoneses escenifican batallas donde se empleó el tanegashima y los aficionados a las armas de avancarga emplean el tanegashima para tiro al blanco.

Piezas del tanegashima


Shiba-hikigane - Cantonera
Hikigane - Gatillo
Karakuri - Seguro
Jiita - Platina
Yuojintetsu - Guardamonte
Biyu - Remache
Hinawa Toushi Ana - Agujero para la mecha
Hajiki Gane - Muelle
Dugane - Armella
Hibasami - Serpentina
Amaoi - Protección del cañón
Hibuta - Cubierta de la cazoleta
Hizara - Cazoleta
Dai - Culata
Tsutsu - Cañón
Moto Maete - Alza
Udenuki - Agujero para la correa portafusil
Naka Maete - Alza intermedia
Mekugi Ana - Agujero para el pasador
Saki Maete - Punto de mira
Karuka - Baqueta
Suguchi - Boca del cañón


Detalle de la serpentina y la cazoleta de un tanegashima del período Edo.

Interior de la llave de mecha de un tanegashima.

Perno de cierre (bisen) del cañón de un tanegashima del período Edo.

Llave de mecha de un tanegashima del período Edo.

domingo, 7 de octubre de 2018

Armas de fuego: Arcabuz

Arcabuz




Arcabuz en un museo.

El arcabuz es una antigua arma de fuego de avancarga, antecesor del mosquete. Su uso estuvo extendido en la infantería europea de los siglos XV al XVII. A pesar de su longitud, el disparo era de corto alcance (apenas unos 50 metros efectivos), pero letal; a esa distancia podía perforar armaduras. Era fácil de manejar y desplazó rápidamente el uso de la ballesta, que desapareció a mediados del siglo XVI. Requería mucha menos destreza para manejarlo con eficacia. Aunque el empleo del arcabuz estaba difundido antes de la invención del mosquete (su evolución), fue contemporáneo y rival en uso de esa segunda arma, la cual le desplazó lentamente, desapareciendo casi por completo en el siglo XVIII.


Historia

El primer uso a gran escala del arcabuz en un ejército europeo tuvo lugar en Hungría, bajo el reinado del rey Matías Corvino. Después de la caída de Constantinopla (1453), el rey Corvino, preocupado por la presión que pudieran ejercer los turcos otomanos, reunió en torno suyo a lo mejor que las diferentes tropas de mercenarios europeos pudieran ofrecer, ya fuera en referencia tanto a las tácticas de guerra como al nuevo armamento militar. Si bien el uso del arcabuz en las batallas a campo abierto no fue decisivo sino hasta finales del siglo XV e inicios del XVI, Corvino supo reconocer, al igual que los generales chinos de la Dinastía Ming, la importancia del uso masivo del arcabuz, lo que se refleja en el número de arcabuceros reclutados (1 de cada 4 soldados).

No se sabe con seguridad si los primeros modelos de arcabuces provienen de España o de Alemania. No obstante, se sabe que en la década de 1420, en las guerras husitas (1419-1434), los rebeldes emplearon armas portátiles de fuego que al parecer eran unos primitivos arcabuces.

Lo que es un hecho es que ya en el siglo XVI el uso del arcabuz se había vuelto reglamentario en casi todos los campos de batalla euroasiáticos. Esto se debió principalmente al hecho de que la arcabucería resultó ser extremadamente útil contra la caballería y los soldados de infantería, especialmente cuando piqueros y arcabuceros batallaban conjuntamente.


Arcabuz alemán.

Fue en la batalla de Ceriñola (1503) la primera vez en que el resultado del enfrentamiento fue decidido por un grupo de arcabuceros. Bajo el mando de Gonzalo Fernández de Córdoba (llamado, por su excelencia en la guerra, el Gran Capitán), la infantería española venció a las tropas francesas que dirigía el propio duque de Nemours, aun cuando del lado francés se encontraban los invictos piqueros suizos. Fue también en este enfrentamiento donde Gonzalo Fernández de Córdoba aplicó nuevas tácticas en la batalla a campo abierto que sembrarían la semilla para lo que tiempo después serían los Tercios españoles.

Usado en combinación con la protección de picas, el arcabuz cambió la forma de hacer la guerra en Europa. En 1522 los españoles, con esta arma, destrozaron a los famosos cuadros de piqueros suizos en Bicoca. Después le llegó el turno a los caballeros con armadura medievales franceses en Nápoles, durante la batalla de Pavía (1525), que fueron fácilmente vencidos por los arcabuceros. Fue después de esta batalla donde el arcabuz mostró sin lugar a dudas su eficacia, por lo que su empleo se propagó rápidamente entre los ejércitos europeos. Gracias a su uso, la infantería se convirtió en la "reina de las batallas" durante más de 4 siglos, hasta las primeras décadas del siglo XX.


El impacto del arcabuz en la cultura Occidental del Renacimiento

Revolución militar


Figurantes ataviados como arcabuceros castellanos de 1521.

Además del Humanismo, del retorno y recuperación de las culturas griega y romana, el Renacimiento se caracterizó por ser el inicio de una Revolución científica así como por ser la época en la que fue posible el desarrollo de las lenguas vernáculas.1​ Pero es también en el Renacimiento donde tiene lugar una auténtica Revolución militar, revolución que se nos hace patente gracias a la tratadística militar de la época. Como ejemplo, basta mencionar Del arte de la guerra de Nicolás Maquiavelo, publicado en Florencia, en 1521, que se sitúa a medio camino entre el De re militari libri (1460) de Roberto Valturio y el Vallo. Libro continente appartinente ad Capitanni de G. B. Della Valle (publicado en Nápoles en 1521). En estos tratados o guías prácticas sobre el arte de la guerra, es posible ver el profundo cambio que hubo en el Renacimiento gracias a las nuevas armas, técnicas y tácticas de guerra, así como a los nuevos modos de reclutamiento, organización y financiación de los ejércitos. La aparición de nuevas tecnologías militares dio lugar a que cambiaran también las justificaciones y reglamentaciones jurídico-políticas de los conflictos bélicos, lo que tuvo a su vez grandes consecuencias económicas, geopolíticas, sociales e intelectuales.



En las guerras del Renacimiento la pica remplazó a la lanza y a la espada, y así también el infante superó tácticamente al caballero. Cabe señalar que en el Renacimiento, a la hora de entablar batalla, las armas no eran ya «consideradas por su simbolismo, como era habitual en los tratados medievales de caballería, sino por su eficacia técnica y táctica».2​ Así, al ser introducidos el cañón y el arcabuz tanto en los asedios como en las batallas a campo abierto, los ejércitos europeos tuvieron que abandonar gran parte de sus creencias con respecto al arte de la guerra y el simbolismo que sobre éste reposaba si no querían poner en riesgo sus campañas militares. Sin embargo, es gracias a este abandono de las antiguas creencias en torno al arte de la guerra que los ejércitos europeos lograron perfeccionar su artillería, a diferencia de los ejércitos musulmanes, donde la presencia de una organización feudal «impidió a la caballería musulmana bajar de su caballo y manejar las nuevas armas de fuego, cuyo uso se reservaba para el más bajo estamento social: los esclavos negros».​

La caída de Constantinopla y la reacción de Occidente

La caída de Constantinopla representó un gran golpe para la Cristiandad por parte del Islam, por lo que las naciones europeas, preocupadas porque eso significara una nueva expansión musulmana, se dedicaron a perfeccionar sus tácticas y tecnologías de guerra con el afán de poder hacer frente a cualquier posible ataque por parte de los turcos. Para hacerse una idea del sismo que causó en la consciencia de los europeos la utilización de las armas de fuego, basta mencionar que Occidente se estremeció de espanto cuando Constantinopla, la capital del Imperio Bizantino, fue saqueada por los turcos el 29 de mayo de 1453. Mehmed II, el Conquistador, quien conocía y se había apropiado ya del gran invento de los cristianos, mandó construir el Mahometta, un enorme cañón capaz de disparar proyectiles de casi 500 kg de peso que requería de 60 a 140 bueyes para arrastrarlo, así como un centenar de hombres para manejarlo y dos horas para cargarlo. «El ruido de sus disparos, según cuentan los cronistas, fue la causa de que muchas mujeres embarazadas abortasen. Su fracaso, sin embargo, fue absoluto: se resquebrajó al segundo día del sitio, y a los cuatro o cinco días era ya completamente inservible».4​ No obstante, fue gracias a cañones de menor calibre que las murallas de la ciudad cedieron, dando inicio a la masacre. La reacción de Occidente, donde se aprendió pronto la importancia de las armas de fuego, no tardó mucho en llegar. Es así que para 1492 los Reyes Católicos reconquistaron los territorios ocupados por los moros al apoderarse de la ciudad y del Reino de Granada.


Censura del arcabuz: tema común en la literatura del Renacimiento

La aparición de las armas de fuego portátiles modificó la manera en que las batallas eran libradas, lo cual podemos constatar en la tratadística militar de la época. En el caso del arcabuz, su aparición estuvo acompañada de un imagiario en el que las más de las veces se le consideraba como fruto del ingenio del diablo, como un invento que por la facilidad con la que arrebataba una vida solo podía provenir del infierno mismo.

En el Quijote, en el capítulo «que trata del curioso discurso que hizo don Quijote de las armas y las letras», Cervantes pone en labios de Don Quijote la opinión de la preeminencia de las armas contra las letras, arguyendo que el oficio del soldado, a diferencia del de los letrados (juristas y abogados), es tanto más penoso y mal pagado cuanto que a cada batalla corre peligro de morir y «subir a las nubes sin alas y bajar al profundo sin su voluntad», o bien, de quedar «estropeado de brazo o pierna». Así, Cervantes, en su contar las penurias e inclemencias que sufre el soldado al ser blanco de tanta arcabucería, dice lo siguiente:
Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería. A cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención, con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero, y que, sin saber cómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala, disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina, y corta y acaba en un instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos.
Don Quijote de la Mancha, cap. XXXVIII, Miguel de Cervantes Saavedra.

Esa «diabólica invención», «maldita máquina» a la que alude Cervantes es el arcabuz, que junto a los cañones, formó parte indispensable de la artillería usada en los asedios y en las batallas a campo abierto, siendo estas últimas en las que demostró su preeminencia sobre la caballería y el arco al cosechar importantes victorias. Su aparición no solo significó el ocaso de la caballería, sino que corrió paralela a un profundo cambio en las estructuras de la sociedad. Las cualidades caballerescas que en la Edad Media se habían tenido en gran estima, como la destreza, el valor, el honor, entre otras, poco podían contra la artillería y la nueva infantería que combinaba el uso del arcabuz y la pica. Pronto la nobleza se vio obligada a redefinir su papel en la nueva sociedad, y no cesó de maldecir «la pólvora y el estaño»; la primera, por ser la que propulsaba los proyectiles de las armas de fuego, y el segundo, por ser el mineral que componía las balas que quitaban la vida de igual manera a un noble que a un artesano.

El descontento hacia las nuevas armas de fuego era un tópico común en el Renacimiento, a tal grado que Sebastián de Covarrubias define en su Tesoro de la lengua castellana o española (1611): «ARCABUZ. Arma forjada en el infierno, inventada por el demonio»; definición que ilustra con unos versos de los cantos IX y XI del Orlando furioso (1516, 1532) de Ludovico Ariosto. Es precisamente en la obra del italiano Ludovico Ariosto donde por primera vez se censura el uso del arcabuz. En el poema, después de que el rey Cimosco intentara matar con un arcabuz a Orlando, éste toma el arma no para usarla, sino para arrojarla en el profundo mar, pues invento tan abominable y funesto que permitía hasta al más cobarde salir victorioso no debía estar al alcance de los hombres, como seguramente Belzebú, en su plan de destruir el mundo, hubiera querido.

Partes de las que consta un arcabuz

El cañón y cuerpo

El arcabuz estaba formado por un cañón de hierro de una longitud aproximada de un metro y un calibre variable, entre los 15 a los 20 mm, montado sobre un madero de aproximadamente un metro y medio de largo, que normalmente era de cerezo o nogal (se prefería la primera, pues el nogal era más pesado). La culata (en el siglo XVI se denominaba "mocho") solía ser recta, no curva, ya que era mejor en el uso para los soldados. El cañón tenía en su parte posterior un orificio por el que se aplicaba en el momento del disparo la mecha encendida. En total, el arcabuz llegaba a pesar entre unos cuatro y cinco kg.

Mecanismo de disparo


El más corriente fue la llave de mecha, más utilizado en el siglo XVI, y de pedernal, aparecida a mediados del siglo XVII.

La llave de mecha empleaba una mecha lenta encendida colocada en un trozo de hierro a modo de palanca, llamada serpentina, que al ser accionada por el gatillo introducía la mecha en la cazoleta llena de pólvora fina (que se encontraba al lado del oído), donde se producía la llamarada que encendía la carga propulsora del cañón y disparaba la bala.

A mediados del siglo XVI se introduce en los arcabuces la cubrecazoleta, una tapa que cubría en las marchas o días lluviosos la cazoleta, pues si la pólvora se mojaba no se produciría la explosión.

El mecanismo de pedernal no se introduce en el arcabuz hasta, más o menos, 1670. Para entonces, el arcabuz no era un arma de fuego de infantería, sino de caballería, puesto que el arcabuz había sido sustituido por el mosquete. El mecanismo de pedernal era más caro, aunque más seguro y eficaz para el soldado. La llave de pedernal consistía en una piedra de pedernal montada en el martillo, que golpeaba el pie de gato de la cazoleta, abriéndola y produciendo una chispa. Esta encendía la pólvora fina y su llamarada pasaba por el oído, disparando el arma.

Munición

La munición del arcabuz consistía en la pólvora y la pelota, la bala propiamente dicha. La bala, de forma esférica, estaba hecha de plomo y solía pesar unos 10 g aproximadamente. Las balas debían estar hechas de tal manera que entrasen holgadamente en el cañón del arcabuz. El que existiera una distancia entre la pared del cuerpo y la bala (Cristóbal Lechuga, maestre de campo, nos indica que se llama viento) ayudaba a que los gases que se producían en la explosión para expulsar la bala no obstaculizasen y frenasen el disparo, ralentizando a la bala. La bala era introducida por el cañón, como arma de avancarga. Se metía mediante una baqueta de hierro que era usada como rascador (para limpiar la pared interna del arcabuz) y atacador (para que llegase la bala a la recámara). Las balas eran hechas, a veces, por los mismos soldados, quienes adquirían plomo y una tenaza con la que se hacían las balas, pues tenían la forma.

El soldado llevaba dos tipos de recipientes para la munición: un frasco donde se llevaban las pelotas y un frasquillo donde se llevaba la pólvora para cebar la cazoleta. En algunos casos, se llevaban recipientes con la bala y la cantidad exacta de pólvora; estos frasquitos en los tercios españoles eran doce y los soldados los llamaban comúnmente los doce apóstoles.

Para accionar el mecanismo de mecha se llevaba una cuerda formada de lino o cáñamo, rebozada con agua y salitre, para que, cuando prendiera, diera más fuerza en la explosión. Pero esto ocasionaba que la cuerda se malgastara, pues ardía con rapidez.

Para accionar el mecanismo de pedernal, se llevaban varias piedras de pedernal que solían durar bastante.

El alcance útil del arcabuz no superaba los 50 m y habitualmente se prefería disparar a menos de 25 metros de distancia del enemigo, pero la evolución y mejoramiento del arcabuz dio más alcance efectivo (se cree que a finales del siglo XVII, podían alcanzar unos 200 metros).

En ejércitos tan importantes como los tercios españoles, el calibre del arcabuz tenía que ser igual para todos los soldados, con el único objetivo de que pudieran intercambiarse la munición los compañeros.

Variedades

  • Arcabuz de gancho. Especie de cañón de mano perfeccionado con dos muñones en el tubo, que apoyados en un gancho en forma de horquilla sobre un trípode podían moverse dentro de la horquilla para variar el ángulo de elevación del tiro. Su longitud era de 129 a 171 cm y su peso de 24 a 28 kg: lo manejaban dos hombres. Un autor extranjero dice que en 1411 lo emplearon por primera vez los franceses en el sitio de Arrás.
  • Arcabuz de mecha. Los primeros aparecieron a finales del siglo XV y se miraron como un prodigio. Pero más tarde se vio que era muy difícil dispararlos poniendo la mecha encendida en el oído con la mano y se ideó hacerlo mediante un brazo accionado por resorte. A pesar de la aceptación que tuvo, tenía inconvenientes muy graves, pues la lluvia apagaba la mecha que el soldado debía mantener constantemente encendida y, además, era imposible intentar un ataque nocturno con arcabuceros porque la luz de la mecha se distinguía a larga distancia.
  • Arcabuz de rueda. En Núremberg y a principios del siglo XVI, después de varios ensayos, se inventó esta arma. Fue admitida con entusiasmo y los soldados la adoptaron al instante desechando con alegría la molesta mecha que tanto les embarazaba. Lo que hoy llamamos llave de rueda consistía en una rodaja de acero muy bien templado, la cual movida por un resorte giraba contra un trozo de pirita, asegurado entre las quijadas de una especie de martillo, y la fricción producía chispas que encendían la pólvora. Esta se echaba en una plancha cóncava, que mejorada después tomó el nombre de cazoleta. La pesadez de esta arma, la lentitud con que se cargaba, la facilidad con que se iba el tiro y lo embarazoso que era el uso de la horquilla en que se apoyaba para dispararla y otros defectos notables, hizo que los soldados lo abandonasen por algún tiempo. Desde entonces, después de aligerar su peso, la caballería ligera la admitió como su arma favorita, por serle menos molesta que el arcabuz de mecha.
  • Arcabuz de viento. Lo mismo que el de fuego, pero se carga comprimiendo el aire por medio de un muelle y tira la bala a bastante distancia, haciendo mucho menos ruido al dispararse que con la pólvora.5​

miércoles, 21 de febrero de 2018

Avancarga: Arcabuz a mecha de Suhl (1610)

Arcabuz (caliver) con cierre de mecha de Suhl ca. 1610 


Réplica de un arcabuz a mecha hecha por Armin Konig, de un original en el Landeszeughaus Graz, Austria.

Original hecha en Suhl, entre 1610 y 1620 (marca de prueba: SVL).

Longitud total: 130 cm
Longitud del cañón: 97,5 cm
Peso: 3 kg

Cañón de ánima lisa con un calibre cañón de 16mm (20 balas por libra), hechos por disparar una bala de rodadura de 14,9 mm (24 balas por libra de plata de peso Nurnberg).

El cierre de mecha de alta calidad, equipado con una palanca de gatillo, que estuvo en uso hasta los primeros años del siglo XVII. A diferencia de los diseños de mosquete y bloqueo de los Caliver (arcabuces) habituales, que utilizan una tapa de cacerola pivotante, esta cerradura tiene un resorte deslizante cubierta de la fuente, que se puede cerrar pulsando un pasador de resorte en el lado de la placa de bloqueo.

El cañón tiene una forma externa octogonal, ligeramente cónica hacia el hocico. Las vistas se componen de una muesca en cola de milano y un cordón de soldadura.

Con culatas de haya ennegrecida y aceitada, con tallas decorativas lineales en los bordes. La baqueta de madera con punta de metal, incrustada en el afuste anterior sin necesidad de utilizar las bandas de baqueta.

Al lado de los fusiles pesados ​​ya veces engorrosos, se utilizaron versiones también más ligeras de armas de fuego durante la Guerra de los los Treinta Años, los llamados calivers (en alemán / holandés / sueco llamado Rohre / Roers / ROR, que no debe confundirse con el término Rohre o Roers, que término también se utiliza para barriles individuales). Los calivers tenían cañón liso, una longitud total media de entre 130 y 135 cm, ponderados menos de 4 kg y en Alemania, entre otras ciudades, se produjeron en Suhl, Nurnberg y Essen. A menudo eran hechos para un ánima de un calibre de 20 balas a la libra Nurnberg de peso de plata (alrededor de 15,9 mm) y disparaban una bala en la rodadura de la 24 a la libra (14,9 mm). Los calivers ligeros podía fusilar sin necesidad de utilizar un descanso y fueron utilizados por los llamados calivermen (en alemán Schützen o Rohrschützen). Los caliverman no llevaba una bandolera con pólvora, sino que lleva a algún tipo de dispositivo de cuero o de lengua que se adjuntaba a la cinta, que mostraba un frasco de pólvora de curva, un pequeño frasco de cebado y una bolsa de balas (en alemán este dispositivo fue llamado Flaschenhangsel o Porteflask). Los calivermen o arcabuceros ya fueron abandonados por el ejército de campo en los primeros años del siglo 17. Mientras Jacob de Gheyn en su ejercicio de intrucción de 1607-1608 todavía habla de "Rören, Musquetten und Spiessen" (calivers, mosquetes y picas), Johann von Jacobi Wallhausen en 1615 los juzga acerca del caliver claramente: "Cada capitán deberá esforzarse después de haber tenido en su mando una mayoría de mosqueteros, y no a los niños, que tiene que enterrar con calivers u otro tipo de armas de fuego ligeras, en vez de conseguir sus arcabuceros acostumbrarse a llevar una forquette junto con el caliver, por lo que será un ejercicio fácil para ellos para manejar el fusil más adelante." El cuadernillo de ejercicios militares de Peter Isselburg, publicado en Nuremberg en 1620 ni siquiera vuelve a mencionar a los calivermen. Los calivers como una categoría de armas de fuego sin embargo continuaron desempeñando un papel importante a lo largo de la guerra, ya que se almacenaron en los arsenales de las ciudades más grandes y más pequeñas en grandes cantidades y por lo tanto siguen siendo un importante armamento de las milicias de la ciudad, ya que era mucho más fácil para ser manipulados en las paredes y otras fortificaciones como mosquetes.

Esta vista de la culata y parte trasera interior que muestra los bordes lineales tallados y contornos de la culata, que proporcionan un aspecto decorativo a este arma.



El construido en mechero con cazoleta abierta. Inusual para un mecha es la cubierta de la bandeja sofisticada de resorte deslizante, que se aplica aquí en lugar de la cacerola pivotante cubre normalmente unido a este tipo de cierres. Al presionar el botón que se encuentra más allá de la cubierta deslizante, la cazoleta de flash se cerrará automáticamente.



Área de la bocacha del caliver. Reconocible es el cañón en toda forma octogonal y las tallas decorativas hasta la nariz de las acciones. La baqueta no se mantiene en su posición por las bandas de metal habituales, sino por una pipa de madera. La punta de baqueta, exactamente diseñado como el original, se compone de una carcasa metálica soldada con un inserto roscado para la instalación de un jag cleanung, tirador de bala o un gusano.



Vista interna del cierre. El bastante simple, pero al mismo tiempo mecanismo muy preciso y funcional que asegura un alto grado de fiabilidad. La mayor parte del espacio interior es utilizado por la cazoleta cubierta deslizante con resorte.



Detalle de la cerradura y la cámara de polvo con cazoleta abierta desde arriba. Los maestros y a prueba de marcas originales Suhl se han sustituido por las marcas de Armin Konig.



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